En una mañana durante una ducha de agua caliente, reflexionaba un poco sobre mi temor más grande. La muerte. Así como Isaac Newton y la manzana para descubrir la gravedad, el agua caliente y mis pensamientos más absurdos constituyeron por defecto una de las más interesantes teorías. Bueno, está no revolucionara al mundo y la física, de hecho, solo les hará perder algo más de tiempo.
La muerte es un suceso al que no se debe temer, no hay más opciones que morirse, por ende, solo debemos aceptarlo, confrontarlo y asimilarlo. Todos vamos a morirnos. Siendo eso, una prueba rotunda de que la vida al final no significa más que llegar, crecer, reproducirse y morir. Nuestra única meta: procrear, mantener la especie y mejorar su calidad de vida. Sin embargo, de dicha estadía hemos creado todo un sistema, dónde lo verdaderamente importante es el reconocimiento. Desde la prehistoria siempre se le ha reconocido a otro ser vivo, su posición. Es así como nace la teoría más absurda.
Ahora más evolucionados, y más inteligentes, hemos decidido que la vida significa mucho siempre y cuando seamos nosotros quien marca la diferencia en ella, y no ella en nosotros. Más que envejecer o prolongar la vida, es buscar el camino a la inmortalidad, y ello solo se consigue de una forma: El reconocimiento. Si las personas recuerdan tu nombre, tus hazañas, si plasman y reconocen tus palabras y pensamientos, es porque ahora vivirás eternamente. Es porque de ese momento en más, nadie va olvidarte, y quienes no te conocen a pesar de estar sepultado muchos metros bajo tierras, te conocerán y se interesaran por hacerlo. Es allí donde se llega a la inmortalidad. No es vivir en carne y sin alma como un vampiro. Es vivir, en la mente de muchas personas. Ahora vamos a la parte técnica de la teoría.
Si logramos ello, una imagen en la mente de las personas, y si es cierto eso de qué después de la muerte nuestra energía se transforma en algo más, digamos, el universo, el espacio, o cualquier otra cosa que nos mantenga en el aire. Es decir: no moriremos, solo caducaremos como cualquier producto con fecha de vencimiento, pero seguiremos siendo parte de algo, del universo, del mundo. Y si ello es verdad, entonces, solo estando en las mentes de las personas, en los recuerdos, y en el reconocimiento, esa energía sería capaz de manifestarse y materializarse de nuevo en cada pensamiento. En la tierra. En el universo.
Es decir, el recuerdo de los demás, nos devolvería a la vida en todas las formas que ellos puedan expresarnos. En cada suceso donde relaten nuestras historias y mencionen nuestro nombre, estaremos materializándonos de nuevo y viviendo de nuevo, no solo el suceso que nos hizo inmortales, si no el actual mundo que ahora puede estar hablando de nosotros. Y al final, ni Dios, ni el cielo, pueden mantenernos con vida. Al final, es la misma sociedad la que materializaría el alma y la consciencia de nuestros difuntos cuerpos, y nos mantendrían con vida por el resto de los tiempos. Siendo algo. Siendo parte del mundo.