sábado, 8 de diciembre de 2012

Un hombre Incrédulo VII

Le mordí el labio inferior después de haber rosado con mi boca todo el contorno de esos rojizos labios, sin antes, haber disfrutado de su prudencia. Lilyth tenía los labios suaves, delicados, sabían a cereza. Pero el beso, más que apasionado y una entrega de deseos, fue más bien, otra herramienta para conocernos; especulativo. 

—No me malinterpretes —dijo cuando sus ojos abiertos no me quitaban la mirada de encima. Estaba sorprendida—. Pero esto no es lo que yo estaba buscando.

No dije nada. Me alejé y abochornado fui incapaz de mirarla. Ya me había pasado por segunda vez. Pero era extraño, está vez, no era Eva quien causaba mi vergüenza. Era una mujer de cabello teñido en rojo, una mujer que mal interprete, una mujer que no esperaba mi beso.

—Lo siento —dije y me levanté.

Apagué la música.

Soda Stereo hizo silencio...

Sentía la mirada de Lilyth clavada en mi espalda. Me quedé allí un minuto de píe frente al reproductor, esperando que mi cabeza creara una solución rápida a tan incomoda situación. Alguna excusa; alguna mentira.

—Los hombres siempre creen que las mujeres que los mira directamente, desean ser besadas —continuó. Yo no la miraba—. Pero no se dan cuenta, que cuando una mujer mira directamente a un hombre, es que intente escrudiñar su alma.

«Al final, también es como ella. Estúpidamente poética» pensé imaginándome un rubio cabello, unos ojos claros, una boca perfecta, con una excelente medida, donde su simetría no le quitaba protagonismo al resto de su cara. Estaba pensando que aquella joven pelirroja era la mismísima Eva. Al final, entendía porque razón, me creía esa tonta excusa de que eran tan buenas amigas.

—Algunos hombres, tenemos pocas pretensiones de galanes —le respondí, cerrando los ojos, y meditando una a una las palabras que deseaba exponer—. Algunos hombres, simplemente deseamos recuperar todas las oportunidades que un día dejamos ir...

—Y algunas mujeres buscamos lo mismo —sentí su cuerpo aproximarse al mío por la espalda—. El problema no es ese —sus manos atravesar el costado de mi pecho presionando de nuevo el botón que daba inició a la música en mi reproductor, mientras yo, intentaba ignorar tan sensual acercamiento—. El problema, es que algunos hombres se obsesionan fácil con algunas mujeres; con algunas mujeres que dan señales de simpatía.

Ella lo sabía, y yo no lo sabía; más bien, yo no lo admitía  No admitía que así como alguna vez me enamoré y me obsesioné con esa mujer de mi pasado, creyendo aún, que las cosas volverían hacer igual después de tanto daño, así mismo, me obsesioné con una hermosa mujer, que una vez mostró un gran interés. Y ahora, estaba yo obsesionado con Lilyth, con una pelirroja, con una desconocida...

¿Era un loco obsesivo?, esa imperiosa necesidad  de desnudarla, ese imperioso deseo por besarla y tocarla, lo explicaba mi absurda obsesión por mujeres extrañas. Quizá la loca era ella, que busca a un hombre al que a duras penas sabe su nombre.

—Lo siento —volví a decir aún más avergonzado que antes, mis pensamientos no ayudaban mucho.

Ignoré sus manos al costado de mi cuerpo manipulando la música y cerré los ojos.

—Debes dejar de disculparte —respondió instantáneamente—. Eva me había dicho, que eras una persona directa... ¿Ya no te queda nada de eso?

Me sentí vulnerado.

«Menuda mierda». Ahora simplemente estaba quedando como un hombre patético. Y definitivamente, esa no era una imagen de mi mismo, que aceptará con facilidad.

Me giré. La vi directamente a sus ojos que me observaban muy de cerca. Sus ojos eran miel, no eran muy claros, pero penetrantes, frívolos. No trasmitían nada. A un así no iba a perder mi seguridad. No ahora que estaba encabronado. 

—Déjalo allí —le dije cuando había puesto una canción más de Soda Stereo con sus manos aún costado de mi cintura—. Esa canción me encanta. 

Empezó a sonar en ese mismo instante "Entre Caníbales". 

Tarareé mentalmente intentado darme fuerza; fingía que la canción me daba apoyo. 

Dí un paso al frente. Ella retrocedió sin perderme de su fija mirada. No sonreía, y no parecía intimidada. 

—Yo había venido aquí a hablar de Eva —dijo de repente cuando estuve muy cerca, dispuesto a ser lo más directo posible. 

—Podemos hablar de ella después —sugerí mandando el fantasma de Eva a la mierda. 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo VI

Mi casa, un templo glorioso. Las paredes blancas relucían a la medida que subía las gradas para el segundo piso. Cruzamos la sala de computo, atravesamos un largo pasillo, la pintura falsa de Botero, hasta llegar a la puerta de madera con chapa de cobre dorada. Mi cuarto, mí palacio.

—Espero no te moleste, prefiero hablar en mi cuarto —le dije a la pelirroja, quién sonrió y asintió con la cabeza—. Siento que él sabe guardar mejores secretos que yo.

Los ojos de Lilyth se veían diferente, un poco más fríos, más vacíos. Inquietantes. Preocupantes.

—¿Quieres escuchar algo? —le pregunté intentando liberar las preocupaciones de su mente. Yo no esperaba solucionar sus problemas, resolver lo que sea que tenía. No, yo sólo deseaba comerle la boca. Sólo deseaba encontrar la forma más fácil de probar sus labios rojizos por el brillo labial de Nivea.

—Lo que tú quieras está bien —contestó y se sentó en la cama con toda confianza.

Mi cama, la que alguna vez presencio mi primera vez con la única mujer de la que me había enamorado, que en otra ocasión tuvo entre sus amplitudes el cuepro de Eva recostado sobre el mío, y que hoy, presenciaría mi más oscuro deseo de seducir a una completa desconocida influenciado por el despecho, la soledad y la desesperación hormonal.

—¿A qué debo tu sorpresiva visita? —le pregunté dándole la espalda, conectando mi iPod al reproductor que estaba en el escritorio. No me fijé en que era lo que realmente iba a sonar, pero me sorprendí cuando la primera canción que de forma aleatoria eligió mi reproductor musical fue "Zoom" de Soda Stereo.

Esa canción me emocionaba.

—Eva me ha habló un poco de ti —contestó; yo me giré para mirarla a la cara, pero ella miraba a otro lado, uno donde no estaba yo, donde sólo estaba ella.

—Que te dijo —la canción de Soda Stereo retumbaba en mi cabeza confusa. Mientras pensaba en qué podría haber dicho Eva de mí; mientras pensaba que la mujer que deseaba ahora en mi cuarto como aquella noche, no era pelirroja, era una rubia de ojos claros con cuerpo perfecto y mirada penetrante; al mismo tiempo deseaba que Lilyth dejara de hablar y nos besáramos así, sin más, sin explicación, sin méritos, sin tiempo...

—Que eras una persona confiable —dijo—. Y por eso estoy aquí.

«¿Confiable?» me pregunté. ¡A Eva le parecía yo confiable! «¿Qué?».

—Sí, alguien con quien se puede hablar sin juicios morales —complementó al ver mi cara de consternación.

—¿Te sucede algo malo? —le pregunté ya inquieto y ansioso. De qué mierda se trataba todo eso. De que mierda estaba hablando.

—Sí —contestó y de pronto sus ojos mostraron pasión, calor, mostraron la vida de la que había carecido cuando entro.

Me senté a su lado.

La miré fijamente atraído por la fiereza de sus ojos.

Lilyth no parecía querer concluir la respuesta aunque le estuviese dando el espacio para hacerlo, y yo, mientras tanto, mientras le brindaba el espacio para que concluyera, no podía dejar de mirarla. Ahora que estaba más cerca de ella sin tener alrededor un parque vacío, carente de luz y de comodidades, aquella joven peliroja me parecía bastante (muy) atractiva. Tenía los ojos delineados de negro y las pestañas grandes.

Eso sí, mientras la miraba intentaba ignorar su atractivo escote. No quería parecer uno de esos ñoños necesitados y morbosos.

Me acerqué, no podía permitirme vacilar, y aunque me diera curiosidad saber que hacía allí, y aunque me muriera por saber que significaba aquella visita, y que tenía que ver Eva con todo esto, lo que más deseaba en ese momento, era tener mis labios cerca de los suyos. Por encima de cualquier cosa. Por encima de mi razonamiento.

—Esa banda es diferente a todas las que alguna vez he escuchado —me interrumpió, no me había dado cuenta que me había acercado mucho, tanto, que su nariz estaba a pocos centímetros de la mía. A veces, me transporta más de la cuenta... 

—A mí me encanta —le contesté volviendo a tomar distancia, percibiendo que aquella interrupción era una advertencia aunque ella no se hubiese inmutado en absoluto. 

Quise olvidarlo, controlar mis estúpidos impulsos hormonales. Quise respetar el espacio de la joven pelirroja, y preguntarle de nuevo, que era lo que de verdad quería. Pero antes de volver articular palabra alguna, ella me interrumpió de nuevo. Me miró, y me cantó:

Pruebame y veraz, que todos somos adictos —tenía una linda voz, quizá no tan melodiosa, quizá un poco gruesa y plana, pero linda a su manera. Sonrió y no pude aguantarlo más, me acerqué, recibí el aliento de un nuevo verso—. Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa...

La callé, callé su canto en ese momento, en ese momento la besé. Pose mis labios sobre los rojizos labios de ella. El brillo, sí, sabía a cereza, como sabían sus besos. 

martes, 27 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo V

Miraba el techo blanco de mi cuarto. Habían pasado un par de noches desde que vi a Eva por última vez, y no deseaba ir aquel frío parque a esperar que se apareciera de nuevo, como lo había deseado antes. No, después de lo que su supuesta amiga me dijo, no desde que la joven peliteñida de rojo me había hecho caer en cuenta: Yo no le gustaba a Eva y ella —para mi pesar, sí, me gustaba, me gustaba mucho.

Así funcionaban las relaciones humanas, así funcionan las mujeres, cuando realmente guardas ese grado de esperanza, cuando guardas aquellas minuciosas posibilidades de que suceda algo —ya sea porque lo justifican ciertas acciones del pasado—, no sucede, nunca sucede, siempre termina así. Había olvidado aquella regla: Nunca esperes algo, o el simple deseo evitará que ello suceda. 

Con la música de Zoe invadíendo mis pensamientos, cerré los ojos, y recordé ese rubio cabello, esos dulces labios con sabor a vino, menta, y cigarrillo me besaban, recordé ese momento en que pude acariciar su cuerpo sentado sobre el mío, sobre esa cama en la que ahora estaba recostado. Esa cama que nunca antes había sostenido tan bella mujer. 

Cerré los ojos con más fuerza, y me entregué a la música. Como nunca antes lo había hecho. Quería hacerle el amor a la música. Canté: 

«Regalame tu corazón, déjame entrar a ese lugar, donde nacen las flores, donde nace el amor —canté abriendo lentamente la boca, dejándome llevar por la música que inundaba cada centímetro de mi cuarto—... Moja el desierto de mi alma, con tu mirar, con tu tierna voz —imaginaba la boca de Eva con aliento de menta, y vino acercarse a la mía, mordiéndola suavemente—, con tu mano en mi mano —Eva me sujetaba fuertemente el cuello, y sus dedos se enredaban por mi cabello, su cuerpo se extendía por el mío—... Y entrégame esos labios rotos, que quiero besar, que quiero curar»... 

Pero entonces, un estruendoso ruido me sacó del bello mundo de la imaginación, y me aterrizó a esa asquerosa realidad donde yo era un iluso perdedor, desesperado y necesitado de amor. El estruendoso sonido no ceso, era el timbre de la puerta, y como de costumbre mis ocupados padres no estaban. Dude en bajar y abrir la puerta, pero volvieron a timbrar. Al parecer, había alguien que no desistía de timbrar, daba por hecho que alguien estaba en casa.

El timbre volvió a resonar entre la casa. No quería abrir los ojos, quería seguir escuchando la música, quería seguir recreando a Eva en mi mente. Era la primera vez que lo hacía, podía sentirla. De nuevo el timbre sonó. Me levanté, suspiré decepcionado y bajé abrir la estúpida puerta.

«¡Coño! cuál es la intensidad».

Me asomé por la ventaba para ver quien era la impertinente vecina que deseaba incomodar, como sólo ellas saben hacerlo cuando tú estás apunto de entregarte a la imaginación, al sueño frustrado que nunca se hará realidad, porque hombres como yo, como el increíble e inteligente Facundo no saben aprovechar. 

Una mujer de cabello rojizo artificial me saludó con un emotivo movimiento de manos a través de la ventana.

«¿Lityth?».

Yo podría ser muy ingenuo muchas veces, podía ser torpe, e incluso a veces indiferente y frío, pero, que aquella joven de cabello teñido estuviese frente a mi puerta sin que yo le hubiese dado una indicación, sin que yo, ni siquiera le hubiese invitado, significaba una sola cosa: Esa misma que pensaría cualquiera que tiene la casa sola. 

Abrí la puerta.

—Ojalá que no te moleste, pero quería hablar contigo —dijo sin saludarme. La observé sin más, sin responder, ese jean negro pegado a su cintura y sus piernas, que no eran para nada delgadas, y esa blusa de tiras blanca con escote que dejaba entre ver sus medianos senos, eran la única justificación que necesitaba. 

En ese momento, Lilyth, la peliteñida de rojo, y amiga de Eva, era la prueba contundente de que podía ser más hombre, de que no era frágil... era la prueba que necesitaba para demostrarle a la vida que había aprendido, que no iba a dejar pasar más oportunidades.

—Pasa —le respondí al cabo de un minuto en los que sus ojos observaban como la miraban los míos. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo IV


—Me llamo Lilyth —me dijo pronunciando el nombre con suma delicadeza. 

Miré a la mujer parada frente a mí, no sonreía pero su rostro no parecía serio o insípido. Su cabello pelirrojo artificial le sentaba bien cayendo a ambos lados de sus mejillas. Tenía una trenza decorando su perfil de cabello rojo que la hacía ver más joven. Y aunque los ojos que se fijaban en mí con indiferencia, fuesen oscuros y vacíos, inspiraban transparencia, sinceridad, y confianza. 

—Mucho gusto Lilyth —le contesté ofreciéndole mi mano.

La joven pelirroja la estrechó y me ofreció una sonrisa.

—Ahora no creas que me interesas o algo así —me dijo sin dejar de sonreír—. Cuando los hombres están necesitados, ven todo como una señal.

—Lo tendré en cuenta —le dije sonriendo—. Quizá tu análisis se debe a un estado alusivo por la marihuana ¿no?.

—Para entender a una mujer no necesito estar drogada —me respondió y antes de que yo pudiera explicarle que hablaba de su conclusión sobre mi estado "necesitado", ella ya estaba complementado—. Y para entender a un hombre, sólo tienes que observarlo. 

—A mí se me hace que únicamente presumes de inteligente —dije ofendido. ¿No era yo un misterio para las mujeres? Imposible que tantas mujeres se equivocaran diciendo eso en el pasado.

—Lamento haberte ofendido —se disculpó notando de nuevo mi hostilidad—. Siempre hablo demasiado. 

Y vaya que sí hablaba demasiado. Siempre haciendo conjeturas de todo, era irritante, o bueno, quizá era que yo no estaba emocionalmente bien para tener ese tipo de conversación con una desconocida. 

—No te preocupes —suspiré, era mi culpa, estaba esperando mucho de alguien con la que no interactuaba hace años. Sí, de Eva, así como esperé mucho de quién una vez me enamore. A veces, se nos olvida que también pueden olvidarnos. Que también somos vulnerables por el tiempo, que también somos pensamientos que pueden erradicarse.

Lilyth miró el piso sin decir nada más. Parecía incomoda, o insatisfecha. Era como si temiera hablarme, y yo, yo no entendía porque seguía en aquel parque al que la luna no parecía alumbrar, y donde el viento había renunciado a cruzar. Se sentía vacío, insípido, desconocido.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté acercándome cautelosamente. 

Aunque yo fuese un soberbio joven pensador, también era bastante emocional para entregarme con facilidad a las mujeres, y bastante torpe, para no tener suficientes amistades. O más bien, es que no sabía tenerlas. Ni a las mujeres, ni a las amistades. 

—Sí, solo estoy aburrida.

—¿Y tus amigos? —le pregunté observando a los demás jóvenes que estaban detrás de nosotros acostados boca arriba mirando el cielo, y parloteando estupideces. 

—Bueno, ellos parecen disfrutar de un cielo sin estrellas —me contestó observándolos también—. La idea de fumar con tus amigos es conversar, pero ellos, al parecer son incapaces de hacerlo con cierta lógica. 

—Que exigente eres para estar drogándote —ella río sin complicación. 

—Debes tener una mala percepción de mí —dijo—. Y la verdad, soy tan normal como tu amiga. 

—No es mi amiga —contesté a la defensiva.

—Y no será más que eso, si sigues con esa actitud.

—Qué sabes tú de ella y yo —la cuestione, no soportaba más esa mierda de conclusiones.

—Se que es una mujer al igual que yo y conozco a las mujeres—empezó, hizo una pausa, me miró a los ojos fijamente y retomó la palabra—. Además soy su amiga y la conozco. 

«¡Hijo de puta!».

Tenía Eva una amiga así, tan diferente, tan pequeña... Siempre me imaginé que las personas que rodeaban a Eva eran más artísticas;  más maduras; más adultas. Pero bueno, no sé por que no me lo esperaba, siempre ha sido así, siendo el despistado de siempre.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo III

Lo que un día pensé no me afectaría, hoy me tenía preso de la irritación. Es irónico que un día mi razonamiento me explicará que aquella mujer que era tan hermosa para mí, jamás se fijaría en un hombre como yo, me abandonara de pronto durante está estúpida noche. Ahora pensaba en las posibilidades que tuve, que pude tener en ese tiempo aquel donde no esperaba nada.

Y era esos pensamientos del pasado los que siempre me atormentaban. Facundo era ese hombre nostálgico e idiota que no dejaba de pensar en lo que pudo ser. Yo, ese estúpido Facundo siempre contemplaba lo que "pudo ser", lo que pudo ser con aquella mujer que se robo mi corazón hace años, que regresó, pero así como volvió, desapareció de nuevo, llevándose lo poco que una vez me quedaba: la dignidad. Y ahora, contemplaba el pasado, esa noche, donde pudo ser Eva, la mujer que podía sorprender en las noches...

—¿Te encuentras bien? —me preguntó la niña peliteñida de rojo. Me hizo caer en cuenta que seguía rodeado de un montón de desconocidos a los que parecía ya se le había terminado la marihuana.

—Estoy bien —respondí con hostilidad, e intentado levantarme para irme de allí. Ese no era mi lugar.

—Te ves afectado —continuó la joven pelirroja ignorando por completo mis intenciones de marcharme de aquel parque oscuro, frío y vacío. Sus presencias, en absoluto, llenaban mi soledad. Al menos en eso, Eva tenía razón: estaba solo.

La ignoré y me levanté.

—Si necesitas hablar, yo soy una persona que sabe escuchar —se ofreció la joven persistente.

Me tomé un minuto para contemplarla, para observarla, para preguntarme: por qué de repente tenía tanto interés en ayudarme.

—Facundo te llamas ¿no? —me interrumpió. Le asentí con la cabeza—. Esa mujer, que acaba de irse, ¿te gusta, verdad?

¿Qué si me gustaba Eva? ¿Tan evidente eran mis negras intenciones?, lo que me sorprendió era que el Facundo de hace años, no había ni siquiera considerado la idea de estar con Eva. Ese Facundo, era el realista. No el fantasioso soñador que pensaba que el mundo dictaminaba para él, una mujer mejor que su propia presencia.

—Tú no le gustas —sentenció la pelirroja después de un rato observándome cavilar.

Y aunque mi mente considerará la sentencia de aquella pelirroja desde el día que conocí a Eva, algo no estaba bien. Algo en mi pecho quería derrumbarse, la soledad se hacía más intensa, el calor en mi cuerpo se intensificaba, la ansiedad por mandar a la mierda a esa pelirroja y sus palabras aumentaban con los segundos.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunté con los ojos clavados en el cielo, esperando un respuesta que me subiera el animo y calmara mi desesperación.

—Digamos que es un instinto femenino —me respondió con una sonrisa.

Bajé la mirada y fije mis ojos en los suyos, de color miel. Yo no reí. 

«Pero qué mierda» pensé... Cómo es posible que una completa desconocida hablara con tanta seguridad de la relación de alguien más. ¿Pero era el instinto femenino, una prueba concluyente para creer en sus palabras?. La esperanza de que estuviese equivocada, era la que cuestionaba su respuesta, aunque no se necesitara un instinto femenino para saberlo.

—¿Sabes qué pasa? —dijo la pelirroja teñida levantándose y acercándose a mí—. Perdona mi sinceridad —tanteó—. Pero hueles a desesperación.

Y claro, era está una noche como todas aquellas que las protagoniza una mujer, terminando yo: desconcertado, perplejo y fascinado.

—¿Cómo te llamas? —fue lo único que pude discrepar. 

martes, 6 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo II

Estábamos sentados en circulo. La joven peliteñida de rojo lideraba el grupo, al rededor de ella y tímidamente apartados de mí, estaba un joven con una cresta de esas que tienen significados culturales, pero que para ese joven, solo era moda. O eso podía deducir uno, con las pocas pendejadas que decía. Le seguían una joven de cabello castaño ondulado, con un escote que dejaba entre verle las enormes tetas, que de no ser por la hermosa mujer rubia de ojos claros al lado mío, no dejaría de ver disimuladamente; pero, mi atención aunque no fija en sus ojos, la tenía Eva que con esa amplía sonrisa, estaba sentada a mi lado.

Giré disimuladamente para verla de perfil. Su perfecta nariz, y sus ojos destellaban cada vez que alumbraba el porro de marihuana en la boca de los jóvenes que acompañábamos.

«¿Era posible ver a Eva sin sonreír, algún día habría tenido un motivo para llorar?» me dio curiosidad al ver su rostro siempre con una perfecta armonía entre su intensa mirada, y su tierna sonrisa. Nada en ella, era exagerado, o imperfecto, nada en ella, parecía estar en fuera de lugar.

—¿Estás bien? —me preguntó la joven peliteñida con los ojos clavados en mí—. ¿Pareces abrumado?
—No te preocupes por sus estados mentales. Usualmente siempre está imaginando más de lo normal —intervino Eva sin mirarme. ¿Acaso recordaba aquella primera vez?, tendría qué, para dar una respuesta como aquella. A la cual, como siempre, sólo ofrecí mi sonrisa.
—¿Cuántos años tienes? —me preguntó de nuevo la chica peliteñida.
—22 —contesté.

La chica peliteñida no dejaba de mirarme cuando llegó el porro de marihuana a mis manos, y tener a Eva a mi lado era ya bastante intimidante, como para que ahora, tuviese que sumarle la intensa mirada de la joven pelirroja.

—¿No vas a fumar? —me preguntó la chica. Miré el cigarrillo natural consumiendo sus ramas envueltas en un papel de seda muy fino.

«¿Eva se drogaba?» pensé. La tenía a mi lado, y quería hacerle tantas preguntas. Pero... ni siquiera daba señales para conversar.

—¿Y bien? —me apresurarón los demás jóvenes drogados.
—Preferiría no hacerlo —contesté.
—¿Te molesta? —me preguntó la chica peliteñida decepcionada. Como si aquella respuesta pudiera perjudicarla.

Miré a Eva antes de contestar, ella me miraba con una amplía sonrisa. Acaso nunca iba a dejar de sonreír.

—La verdad no tengo nada en contra de la marihuana —empecé. Y era verdad, no tenía absolutamente nada en contra de ello, la verdad era que si fumaba me volvía "una cualquiera", era como si me emborrachara, me volvía más emocional, más impulsivo y más idiotamente filosófico—. Pero la verdad no me divierte.
—A él deben divertirle esas cosas aburridas —intervino la joven acompañante de la pelirroja. Sí, esa, la del escote grande.
—¿Que pueden ser esas cosas aburridas? —le pregunté ofendido.
—Fumar hierba, por ejemplo —respondió Eva y sonrío. Todos los demás la siguieron.
—Pero eso a ti es lo que más te divierte ¿verdad? —respondí sin pensar. Abochornado miré a otro lugar.
—La verdad es que no. A veces estás cosas, sirven para ampliar las perspectivas de las personas, de la vida, la misma razón por la cual tu también lo harías.
—¿Él lo hace? —preguntó la chica pelirroja entusiasmada y animada.

Fruncí el ceño ¿Y cómo diablos sabía ella si yo fumaba hierba o no?.

—Sí —contesté finalmente—. Pero no es algo que se pueda hacer con cualquier persona.

Eva me arrebató el porro de marihuana, se lo llevo a la boca por menos de tres segundos, absorbió y dejo salir rápidamente el humo. No era así, como la gente que usualmente fuma, lo haría.

—¿Tanto has cambiado que ahora, eres un hombre mesurado? —dijo cuando ya había devuelto el porro a los demás. Y por vez primera, la veía muy sería. Tanto, que no fui incapaz de meditar lo que iba a decir. Había algo tan arrogante en su voz, que no me permitía conservar la calma, que no podía simplemente dejar pasar sus reproches, que no tenían lugar, ni sentido.
—Si tienes que preguntar eso, nunca me conociste realmente —contesté—. De hecho, el tiempo no te alcanzo para hacerlo —¡Bravo Facundo! Lo hiciste de nuevo, dejaste de pensar por un minuto y de pronto, vuelves una mierda todo.

Los demás jóvenes fumaban y sin decir nada contemplaban la discusión. No dejaban de mirarnos, la discusión parecía entretenerlos. Bueno la verdad es que para un par de drogados, cualquier mierda puede entretenerlos.

—Hipócrita —susurró Eva y se levantó sin decir nada más. Se despidió de todos los demás, mientras yo fijaba colérico la mirada a otro lado.

Eva llegó hasta donde estaba yo sentado. Se agachó, me besó la mejilla y se despidió:

—Nos vemos uno de estos días que vuelvas a sentirte solo —completó con esa dulce y serena voz. Aunque, no fui capaz de decirle nada, sabía que sus palabras habían perdido un poco ese calor que la caracterizaba cuando la conocí la primera noche.

Eva se marchó dando pasos certeros y seguros. Su espalda recta, su cintura perfecta, y su ropa casual pero sensual desaparecían de mi vista, mientras yo tergiversaba e imaginaba —como decía ella—, cualquier cosa que pudiera significar su despedida. Estúpida y sincera Eva. Ni siquiera podía refutar su actitud. ¿Cómo podía saber tanto de mí sin tener que haberle dicho nada?...

«Es la mujer más inteligente que alguna vez hayas conocido», me dijo la consciencia.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo I

«¿Qué esperas?» Me preguntaba mi cabeza. Ese cociente que me había descubierto sentado en una silla de madera incomoda, mal lograda, y con algunas marcas de llaves que formaban palabras intangibles por el tiempo. Mi cociente sabía que prolongar las caladas del cigarrillo, nada tenían que ver con disfrutar su sabor mentolado. Estaba haciendo tiempo. Tiempo para que ella apareciera en el parque como la primera vez.

«Ya ha pasado un año» Me argumentaba el razonamiento. Sí, había pasado un año estúpido cerebro, le contesté. No tenías que recordarme que ni siquiera tuve la valentía de pedir su número; de mantener el contacto; de buscar su amistad...

Con mis dedos lancé la colilla del cigarrillo lejos de donde estaba. Resoplé lo que quedaba de humo en mis pulmones. El humo plateado se expandió por el lugar dejando una silueta que contemplé con la esperanza de que aquella mujer, apareciera en medio de él, con esa amplía sonrisa, con ese rubio cabello, con esa mirada penetrante. Con esa actitud que la caracterizaba.

El humo se desvaneció y nada pasaba. Así mismo, se desvaneció la idea de volver a verla. A lo mejor, incluso se había ido de viaje; se podría haber mudado. Qué caso tenía seguir esperando. Me levanté, hice un ademán dándole a mi imaginación tiempo para seguir construyendo la figura de esa mujer frente a mí, apareciendo en el último minuto, diciéndome  "Hola". Pero no, como en la vida real, y como sucede siempre en estas cosas: No sucedió nada, y no tuve más remedio que emprender el camino, cruzar el parque con un paso lento y melancólico recordando todo aquello que pudo ser, y no fue, porque si hay algo que me categoriza, es lo torpe que puedo llegar a ser con las palabras, mis actitudes e incluso algunos movimientos.

—Hola —escuché decir a mi espalda. Aunque no reconocí la voz, el corazón me dio un brinco. Haberme hecho el guevon había funcionado.

Me giré lentamente, con esa actitud que tomas cuando te quieres hacer el interesante. Esa actitud que le dicen a los demás "Oye no se quien seas, no me importa, pero por educación te prestaré atención". Aunque cuando giré y miré a la persona frente a mí a los ojos, mi cara decía otra cosa: "Hey mira lo evidente y entusiastas que soy".

—Siento haberlo asustado —me dijo esa joven frente a mí, que en la vida había visto, al notar mi acelerada respiración. Llevaba el cabello teñido de rojo, tenía unas facciones muy delicadas, bueno, sus cachetes no lo eran tanto, eran más bien, rellenitos. Aquella peliteñida joven se había separado de sus amigos que la esperaban expectante más atrás.
—No te preocupes —le dije decepcionado.

«¿Qué esperabas? ¿a Eva? Te recuerdo que esta es la vida real» me decía a mí mismo.

—Mis amigos y yo nos preguntábamos — vaciló un momento intentando buscar las palabras más adecuada para dirigirse a mí, o eso percibía yo en sus ojos—. Un baretico —puntualizó.

No me eché a reír por respeto. Pero mierda, después de esperar a que una mujer hermosa que desde que conocí había admirado, y había permanecido en mis pensamientos apareciera por obra y gracia del espíritu santo, terminará con una joven que aparentaba no más de 18 años frente a mí pidiéndome marihuana, había una gran diferencia. Era gracioso. No era así como esperaba que terminara mi noche.

—Lo lamento, hoy la mercancía me la he fumado toda —le respondí con sarcasmo. ¿Acaso me había visto cara de jíbaro?
—No creas que estoy pensando que la vendes o algo así —se excusó—. Es sólo que para estar media noche en un parque solo, es bastante sospechoso. Y además, no se ve que seas de esas personas con prejuicios por un pequeño porro.

Me reí. Era un buen punto. Más aún si se había fijado en mis jeans rotos (por la vejes y no por la moda) y la mochila tejida por indígenas.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté.
—21 —contestó sin vacilar—. ¿Entonces no tienes? —me apresuró.
—Porque no esperas un poco —dijo otra voz detrás de mí, que me paralizo. Era tan dulce, como la última vez que la había escuchado. La recordaba. No quise voltear temiendo que fuera producto de mi imaginación—. Yo quizá tenga un poco.
—¿Enserio? —dijo la joven peliteñida muy entusiasmada. Se giró y le hizo unas señas a sus amigos con el dedo pulgar de las manos.
—¿Y tú qué, no pierdes la costumbre de ligar las mujeres que te piden algo que se fume? —dijo Eva parándose a mi lado, mientras mis ojos no dejaban de contemplar esa belleza que había olvidado como era. Ese cabello rubio que iluminaba el oscuro parque, y sus labios expresaron una sonrisa cuando sus claros ojos, se toparon con los míos. Me había arriesgado a mirar el producto de mi imaginación posando a mi lado. Y como de costumbre, tuve que recordarme respirar.

Y con ella a mi lado sonriendo, buscando entre su bolso algún porro, yo me cuestionaba .

«¿Estaba dormido? Debía estarlo... Estas cosas no suceden en la vida real».

Prologo: Un hombre incrédulo.

Me sentía bien conmigo mismo. Estaba satisfecho, o bueno, eso pensaba intentando dejar de contemplar esa idea de que el pasado retorna y con ello las personas. ¿Cuántas veces me había pasado ya? ¿Cuántas veces había permitido ilusionarme? Yo, ese hombre frío y sereno, siempre tan vulnerable. Siempre tan narcisista como para describirme.

«Bien hecho Facundo, tomaste de nuevo la decisión equivoca» me reprochaba mientras recordaba como había preferido intentarlo de nuevo con esa única mujer que me había enamorado, dejando de lado, la oportunidad de vivir experiencias nuevas, con aquella rubia, de ojos claros que un día se apareció en el parque con un cigarrillo en mano. Ese mismo parque. donde ahora yo estaba sentado. Sentado de nuevo, no esperaba al amor. Solo esperaba a... alguien.

«Eva» pensé de nuevo, sumiéndome en toda esa historia de unas cuantas noches. Cada escena mi mente la recobraba como los negativos de una fotografía que no ha sido velada.

Le dí otra calada al cigarrillo.

Eva, lo último que supe de ella; no fue más que su sonrisa desaparecer entre las calles que tenían de frente a mi casa, mientras yo sostenía la mano de quien fue mi novia. De quien en ese momento, elegí por encima de cualquier cosa. Segundo grave error: Elegir lo que ya das por hecho, como perdido.

Pero intentarlo de nuevo, no fue tan malo, el amor existía, se sentía, pero no es eso, lo único importante en la vida. Aprendí, además, de las discusiones con ella, que las relaciones que se fracturan como los huesos de la mano cuando caes y chocas con el pavimento directamente, es una sola: Sanará, pero jamás el hueso se unirá como cuando una vez lo tuviste completo. Entero. Así, a veces... funciona el corazón.

Y aunque en estos momentos, siga sentado en la banca contemplando la noche nublada, con un cigarrillo en la boca, esperando que quizá esa hermosa mujer que una vez me dijo que se llamaba Eva, apareciera de nuevo. Sé, que aunque lo hiciera: ¿Qué me aseguraría de que se repitiera la experiencia?. ¡Nada! Había ya pasado tanto tiempo...

Y es que es tan fácil entregarse al entusiasmo y tan difícil aceptar la realidad.

martes, 16 de octubre de 2012

Me marcho II


Y es mejor no verte, y es mejor no escucharte, así no corro el riesgo de quedarme. Así no corro el riesgo de seguir mirándote, de seguir enamorándome... 

Me marcho


Y me marcho sin ninguna explicación, temiendo que sea mentira eso que dice todo el mundo: que un día nos volveremos a ver. 

martes, 9 de octubre de 2012

20 Intolerables ideas:

20. Los negros que te roban el celular o cualquier objeto de valor.
19. Los blancos que te roban el celular o cualquier objeto de valor.
18. Cualquier hijo de puta que te roba el celular o cualquier objeto de valor.
17. Los fanaticos religiosos que intentan transformar tu vida.
16. Los sacerdotes que andan acosando niños.
15. Los niños que no admiten que son acosados por el sacerdote.
14. Chavez y su sistema gubornamental.
13. Las personas que apoyan a Chavez.
12. Las personas que apoyan cualquier presidente que no haya hecho nada bueno.
11. A los que concideran que los presidentes hacen algo bueno.
10. El transporte público monopolizado.
9. Los programas de televisión Colombianos.
8. Los realitys de televisión de RCN.
7. Las presentadoras de farandula Colombianas, vacias y maquilladas.
6. Los que admiran a Justin Bieber —a menos de que sea yo—.
5. Justin Bieber —a menos que sea un clon—.
4. Las industrias petroleras que estaban acabando con la sangre del planeta.
3. El sistema capitalista de China y Estados Unidos.
2. Las personas que viven consumiendo bienes materiales para sentirse bonitos y aceptados.
1. La salud en colombia, bien servida para las personas de alto mando.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Tú?...

En medio de los silencios, de palabras innecesarias, de sonidos que salen de mi boca sin ninguna dirección, he aprendido de ti. De nosotros. Aprendí que para estar bien, no debemos pensar en lo que queremos –muchas veces, lo mismo, contar siempre uno con el otro, siempre– sino, que debemos pensar en lo que necesitamos:

Tú... un hombre diferente a lo que soy, y yo, dejar de pensar en ti.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El lado tétrico de facebook.


¿Qué facebook espía?
¿Qué vulnera tu privacidad?
¿Qué vende tu información personal a grandes empresas?…
¡No! Eso no es el lado tétrico de facebook; si usted lo piensa bien, sabrá entonces que gracias a eso, no tiene que estar contestando tontas encuestas en la calle, encuestas absurdas que te preguntan cuándo fue la última vez que se tomo un yogurt con sabor a Borojo (porque hay gente que lo pone en su estado «tomándome un yogurt de borojo»). Piénselo. Eso nos libra de tontas encuestas de productos lácteos...

Lo peor es que todos tus amigos tienen un fanpage al que tienes que darle me gusta por colaborarles cuando ni siquiera te interesa el tema que tratan, cuando ni siquiera la página tiene algo interesante que ofrecerte. Cómo es posible que ahora todo el mundo se crea ‘Comiunity Manager’ copiándote y pegándote el link con un «Dale me gusta es un trabajo para la U» y por pesar; le das me gusta. Después, ni siquiera vuelves a recordar la existencia de la página hasta que empiezan a llegarte sugerencias de juegos como Dimond Dash o el famosísimo CityVille.

Otra de esas cosas que tú no entienden como suceden, es que aún exista gente que escriba «AshI CoMo Si EsTUvieRap En eL hI5». Y aún más increíble; es que exista gente que le dé me gusta a esos estados… ¿Qué? Deberían crearles una opción que diga «Me GusHta» solo para ellos.

Hay otro lado muy tétrico, y ese lado está dominado por la hipocresía. Alegando amarillismo del periodismo en Colombia, estos usuarios suben fotos sangrientas donde no hay respeto por la victima. Y aunque para generar consciencia a veces se necesita una imagen fuerte, no es para estar publicando dichas imágenes de forma masiva. Tengan respeto por el otro si no van a tener respeto por la víctima.

El lado tétrico de facebook también está lleno de muchos activistas en pro del medioambiente y el maltrato animal, que en sus vidas mueven el culo para apoyar las campañas, no hacen más que compartir la tonta imagen en su perfil. Y a ellos debo decirles con la mano en el corazón: Busquen alternativas, eduquen fuera de la pantalla, no sólo compartan una fotografía de aquellas atrocidades que vemos normalmente por la ventanilla del transporte masivo.

Y para rematar, por ejemplo, en la ciudad de Cali, ya no hay que viajar hasta el centro de la ciudad donde encuentras marcas clandestinas y las mejores promociones, ahora sólo con ingresar al facebook, ingresas a un centro cibernético, donde encuentras cualquier cosa para comprar; desde esmaltes, hasta camisetas hechas de periódico… ¿Para qué mercado libre? En facebook se encuentra lo que se busque. Aunque debo respetarlo, es un trabajo honrado y sincero pero tan atractivo como comprarse uno de esos perros calientes de dos mil pesos en la calle.

Y es que la vida en facebook es toda una experiencia, yo no creo que Mark Zuckerberg hubiese creado dicha red esperando ver publicados versículos de la Biblia, yo creo que eso nunca se lo imaginó. Pero es facebook y en él todo puede pasar. Hasta que se hagan misas. Pero es respetable, lo único que manifestó es que puede ser cuestionable. Yo sólo pido volver al día en que facebook se creó para mejorar las oportunidades sexuales de los ñoños como yo.

martes, 22 de mayo de 2012

Creatividad igual a la locura

En una publicación de la revista RollingSton hacen un top 5 con los mejores vídeos creados por Syd Barred el  Pink Floy muerto, con el fin de admirar su genialidad para crear. Esa desquiciada forma de crear. Entre los vides, el texto de la revista afirma lo siguiente:

"Recientes estudios científicos reafirman lo que la filosofía y la psicología siempre pensaron: que la locura y la creatividad son dos caras de la misma moneda." 

Ésta sentencia encontrada en un estudio científico publicado en la nación.com me genera sensaciones encontradas por su premisa que radica en que la creatividad, estaba bajo los mismos estímulos y carente de limites cerebrales como cualquier enfermo psiquiátrico o esquizofrenico.

Me preguntó entonces: ¿Cuán necesario es perder la cordura para ser original? ¿Por qué se intuye cierta veneración hacia la carencia de salud mental cada vez que hablamos de ese tipo de creativos desquiciados?

Son espectaculares, sí. Son admirables, increíbles, incomparables semidioses, son innovadores, vanguardistas, transformadores de una época: genios, ¡genios! Pero no la pasan bien. No. No hay forma de experimentar el desequilibrio absoluto y salir airoso. No hay manera de que una mente insana pueda disfrutar de verdad el producto proveniente de esa misma mente insana. Acaso la apología de la locura (a veces el descontrol y, claro, los estimulantes químicos o naturales de ambas) sea la mayor estupidez del rock.

sábado, 5 de mayo de 2012

El razonador ideal:

El razonador ideal, cuando se le ha mostrado un solo hecho en todas sus implicaciones, debería deducir de él no sólo toda la cadena de acontecimientos que condujeron al hecho, sino también todos los resultados que se derivan del mismo.
Sherlock Holmes.

jueves, 19 de abril de 2012

Durante la ausencia

Durante la ausencia de una persona importante en tu vida (dura por cierto, muy dura), es cuando realmente como ser humano: reflexionas, rectificas y creces. Es allí, donde te haces mejor persona, y donde definitivamente es que te das cuenta de que realmente has perdido algo valioso. Algo enteramente valioso.

Yo por ejemplo, me di cuenta que no valore ciertos momentos que hoy quisiera repetir, como escucharla hablar tonterías mientras se queda dormida; discutir de existencialismos que nada importan hoy en día; o el simple hecho, de sus manos recorrerme el cabello. No valoré los sacrificios que una vez hicieron en mi nombre y no realice los suficientes sacrificios para permitirle vivir esas experiencias como si nunca antes se pudiera repetir, entregándolo todo, como debía ser.

Y es que, uno de los mayores errores de un ser humano, es dar por sentado que las cosas siempre son eternas, así lo hacemos con todo, con nuestras vidas, y con todas nuestras relaciones emocionales. Creyéndonos seres incorruptos, incapaces de ser golpeados por el tiempo.

Ahora, por ejemplo, no encuentro en ningún lugar la tranquilidad y la emoción que podía generarme alguna palabra emitida de tan dulces labios; no entiendo tampoco, cómo no pude disfrutar aún más, de todas esas sonrisas. Del calor que generaban sus manos al tocar las mías, o de las noches completas en las que dormía. Quizá, subestime su inteligencia, esa misma inteligencia que hoy con su despedida, sigue enseñándome y dándome motivos para seguir creciendo. Eso, no sólo demuestra el poco valor que una vez le otorgue algunas experiencias, como a personas mismas, sino también, que sólo existe una forma de aprender las cosas: ésta, la difícil, la dolorosa, la que usualmente termina con las esperanzas y con un hueco profundo en las entrañas.

Porque así es como se aprende a valorar las cosas, sólo, y únicamente sólo, durante la ausencia.

viernes, 13 de abril de 2012

La libre expresion ahora está en la carcel

Me da miedo expresarme en un país como Colombia, bueno, algunos otros países tienen el mismo problema de libertades, pero no los conozco, y no sé de sus informes en criptas, hospitales, y medios.

Aquí la libre expresión ya es un mito: no puedes expresarte de ninguna forma ya sea porque el internet lo privatizan y el estado te sanciona de forma legal, o porque algunos ilegales pagan un peso para que al día siguiente termines con una bala en la cabeza. Matan docentes, periodistas, reporteros, y cualquier persona que asuma el riesgo de hacer una demanda, una tutela, o un juicio de valor mediante sus expresiones en cualquier tipo de medio y medida. Ahora, cuando pensaba uno estar protegido por los matones en el internet, el gobierna entonces crea sistemas penales para ello. Absurdo ¿no?...

Y de tanto, todas esas opiniones con pruebas y veracidad, están en la cárcel, o en su defecto, enterrados tres metros bajo tierra. A veces, es mucho mejor dejarse estigmatizar por los medios de comunicación que ejercen papeles políticos y de ansioliticos, qué expresarse propiamente, que abrir los ojos y aterrarse de la realidad. Porque cuando uno se aterra de la realidad, entonces protesta, e intenta hacer las cosas como deberían ser, y cuando intentas hacer las cosas como deben ser, cualquier estúpido mandatario (que no sé de dónde salen) decide desaprobare, y aún más peligroso, cualquier inepto que se vea perjudicado decide sacarte del camino.

Y es así, como la libre expresión termina en la cárcel y los cementerios de nuestro país, incapaz de avanzar, incapaz de competir, incapaz de educarse.

viernes, 6 de abril de 2012

Aprendí de ella (1)

He aprendido mucho de ella. De su boca, y de sus palabras; de sus ojos y de sus expresiones; de su personalidad y de sus defectos. He aprendido que la verdadera belleza de una mujer radica en los ojos que te miran y te corresponden mientras pestañean.

He aprendido que hay siluetas hermosas durante las noches, y una de ellas es esa que esta recostada sobre tu cama completamente dormida. Cuando te quedas observando aquella imagen, te das cuenta de lo delicada que puede ser una personas, sus emociones y su fugitivo corazón.

He aprendido que no hay que dar por sentado un sentimiento o un pensamientos, que siempre es bueno, sobre todas las cosas, expresarlos, decirlos, compartirlos, con toda sinceridad. Nunca puedes simplemente creer que las personas saben cuanto importan ellas para ti. He aprendido, que los mejores momentos no sólo involucran pequeñas sonrisas, y grandes carcajadas; las lágrimas también hacen parte del bello paisaje.

Aprendí que muchas de las canciones del mundo están hechas para ti. Que sus letras cuentan tu historia, y que su melodía es un grito de guerra en amores. Aprendí que se pueden dibujar retratos que pintan el corazón y delinean promesas.

He aprendido que una mujer puede ser el centro de tus sueños, pero no puede ser el centro de tu vida. No se puede simplemente pedir ser amado o pedir ser olvidado. Y que un trago amargo de licor durante la ausencia recrea el vinillo de las voces que memorizaste en su compañía.

Y sobre todo, he aprendido que no importa cuantas cosas le digas a alguien más, cuantas veces afirmes estar perfectamente bien, cuando se trata de mujeres y amor, es simplemente imposible mentirse así mismo.

jueves, 29 de marzo de 2012

Dialogo

—Qué asco enserio —dijo al salir del baño.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo qué pasa? Acaso los hombres no tienen la decencia de subir la tapa antes de miar. Siempre tienen que salpicar toda la mierda esa, siempre tienen que ser unos cerdos —reprochó... Es que no lo entiendo... ¿Por qué lo hacen?
—Los otros hombres no sé porque lo harán... Pero la verdad es que yo la he visto tan sucia que me ha dado asco tocarla.

Un adiós anunciado - Gian Franco Pagliaro


Me imagino que cuando todo pase
y pasará, cuando tú y por supuesto yo
recordemos sin amarguras, sin remordimientos,
con una dulce nostalgia lo que todavía sentimos,
lo que nos hemos propuesto no sentir más,
lo que finalmente dejaremos de sentir,
porque está mal y si está mal causa malestar como un dolor de cabeza, como una culpa,
para ti más que para mi, quiero que lo sepas
En fin, cuando después de todo lo bueno
que nos pueda pasar en este mundo
y tanto tú como yo
con nuestras vidas rehechas lejos de nuestras vidas, nos volvamos a ver
-estoy seguro de eso-
en una calle cualquiera, en un café,
en la parada de un taxi, a la salida
de un banco o en un supermercado.
Seguramente nos miraremos sorprendidos
y no sabremos qué decirnos, si darnos un beso
o darnos la mano como dos viejos amigos.
Te preguntaré si tienes tiempo,
te invitaré a un bar.
Te diré que estás más linda que nunca,
que yo tenia razón,
que los años iban a resaltar tu sensualidad
y tú me dirás, para no herirme, que no he cambiado tanto.
Y luego me preguntarás por los chicos,
por mi esposa,
y yo te preguntaré si te has casado y finalmente
antes de despedirnos, con toda la franqueza
que siempre me cuestionaste,
con toda la sinceridad que nunca te convenció,
voy a decirte una vez más
lo que jamás me creíste:
nunca amé a nadie como a ti,
como tú nunca nadie me amó.

miércoles, 28 de marzo de 2012

El dinero; El trabajo.

El dinero es jodiamente importante, es lo que se requiere para vivir, es lo que se requiere para ser feliz. No importa que para obtenerlo se pierda la libertad, que para obtenerlo se pierda la tranquilidad. No importa que tienes que empezar tu vida laboral para obtenerlo comiendo mierda, y mucho menos importa, que por estar trabajando ni siquiera te quede tiempo para leer ese libro que compraste con el dinero que ganabas.

Es un mal necesario, uno que ayuda a establecer y formalizar relaciones, sin importar que esa relación sobreviva con dos días que tienes sin ocupaciones, y un día, dónde quizá el cansancio acumulado no te entuma el cerebro. Que va importar entonces, que después de hacer el amor quedes tendido en la cama completamente dormido para al día siguiente levantarte y seguir la rutina que ahora te hace feliz. Sí, irónicamente te hace feliz porque estas obteniendo dinero, y el dinero es la base de la felicidad.

Se justifica, todo ello se justifica. Un día, no tendrás que trabajar y dinero suficiente para disfrutar de tu vida, de hacer lo que siempre quisiste, con tranquilidad, sin afanes, sin estrés, ni discusiones. No importa que ese día, que recuperas toda tu libertad, te des cuenta que toda la vida te la pasaste sembrando frutos que no vas alcanzar a disfrutar, porque cuando lo intentes, las expresiones de tu cara se han marcado en la piel, la voz que antes era melódica y ligera, quizá esté ronca y pierda intensidad. Incluso, tal vez, esos sueños que empezaron al tiempo que empezaste a ganar dinero, y que con esa finalidad habías dejado tu vida para trabajar, ya ni siquiera desees hacerlos realidad, porque ni siquiera el cuerpo que para ese entonces ha perdido fuerza y veracidad, quiera simplemente recostarse en una cama y ver la vida terminar de pasar.

No importa... Siempre y cuando el dinero siga siendo en nuestro sistema de vida, la base de toda nuestra felicidad.

viernes, 23 de marzo de 2012

Dualidad

¿Cómo hacer ante tal dualidad?
Lo quiero tener pero a la vez repudiar,
lo quiero besar y a la vez alejar.
Quiero que deje de ser mi vicio; y yo, su víctima,
odio tocar el fondo sin poder ver la cima.

Mi silencio grita, mis suspiros exasperan;
y esas aberraciones de mi pasado vuelan a mi cabeza.
Locuaz pasado que me condena;
que me hace creer que soy un alma reservada a tus ansiosas miradas,
y a tus inexistentes caricias...

jueves, 22 de marzo de 2012

Usted regresa...

Sí, al parecer has regresado para contarme historias de amor que ni tú logras entender; para explicar deseos desaforados que en esas camas vacías no has logrado llenar; para tratar de contar algo que no se puede contar...

Usted ya no se presta para una charla amena; mis oidos no pueden escuchar sus palabras, sus historias, propiamente tú historia. Aquella que usted no quiso redactar a mí lado y prefirió vivir ahí, ahí en ese sin fin de camas vacías que ha logrado usted encontrar...

Ahí más bien quédese a contar esta historia que yo ya no puedo escuchar.

lunes, 19 de marzo de 2012

Debería...

Aún no descubro por qué si sabía que te irías, todavía intento saber si te tengo.

Sé que me equivoco, que debería pensar más en mí y menos en ti... que debería borrar cada beso de los muchos que me diste. Que debería irme, salir corriendo de tu recuerdo y arrancarme la piel que tatuaste...

Sé que debería lavar mi piel hasta que deje de oler a la tuya.... que debería mirar hacia otra parte, donde no vivas tú... que debería seguir caminando en dirección contraría, donde no hubiera sitio para encontrarte....

Sé que deberia olvidarte... ignorar el silencio... seguir caminando... dejar de soñar....

Pero no puedo... aún sigo preguntándome si en el fondo, te tengo.

Aran Saul

domingo, 11 de marzo de 2012

Crónicas de amor

Historia 6.
Todo apego emocional, es la base del sufrimiento.
Parte 2.


Caminaba entre la gente que tropezaba conmigo por su afán de abordar el avión que los llevaría a otra parte del mundo. Cerré los ojos y escuché los pasos acelerados de la gente sin dirección. No tenía prisa por llegar a la sala de espera.

De pronto el bullicio me sobresalto: Una mujer gritaba.

—Espera mi amor… —su voz era intensa, desesperada.

Sonreí aún con los ojos cerrados y sin dignarme abrirlos para mirar. Sólo deseaba que fuera ella, que estuviese corriendo para darme alcance, despedirse y confesarme su amor. Pero no iba a voltear, no iba hacerlo, tenía que defender lo que me quedaba de dignidad.

—Espera —volvió a gritar la mujer, y las personas que estaba allí cerca se conmocionaron. Se escuchaban sus chismorreos en tan sólo susurros.

Me giré rápidamente para contemplar a la mujer que gritaba. ¿Era ella? Esperaba que lo fuera. Pero entonces, la realidad me abatió; me golpeó en la cara; me sacudió a una triste verdad. Aquella mujer que gritaba no era ni cerca, la persona que yo esperaba. Era una total desconocida que corría con un paquete en dirección a un joven no más adulto que yo. Tal vez se tratará de su madre, y el paquete era algo que el joven había olvido empacar.

¡Mierda!

Esa tonta ilusión no era más que culpa de todas esas estúpidas películas románticas que veía. Que siempre finalizaban con ella o él alcanzándolos en el aeropuerto o el tren. Pero esas cosas no pasaban en la vida real.

Jamás pasaban en la vida real.

Estúpida vida real, estúpida televisión que me había creado clichés de estereotipos románticos.
Miré el suelo del aeropuerto. Mi valentía y dignidad no significaban nada ya. Me quedé pensando en el “que hubiera pasado…” pero esas cosas, no pasaron. Así que no tenía sentido seguir pensando en eso. Levanté la cabeza. Miré fijamente al frente, al horizonte, al norte imaginario al que nunca llegamos. Y decidí que lo mejor que podía resultarme en la vida, estaba por venir, y no era en absoluto, lo que estaba por dejar atrás.

Y me sentí seguro.

Cuando estaba por pasar el marco de la penumbra que daba lugar a la sala de espera donde esperaría el avión y de la cuál no podría volver a salir, me detuve. Miré hacia atrás esperando que en ese momento como en esas estúpidas películas que ya he mencionado, apareciera ella corriendo para darme ese beso que condenaría nuestro amor hasta que volviéramos a juntarnos. Pero no vi más que idiotas angustiados por el vuelo, estresados por el tiempo y acabados por el trabajo. Nada más que desconocidos corriendo.

No la vi a ella. Me volteé asumiendo la realidad, dolido, triste, y deprimido. Así no era como quería comenzar mi nueva vida. La verdad era, que no quería comenzar una nueva vida, quería simplemente cambiar el entorno de mi vida, pero que todo lo que ha estado conmigo, siguiera allí, como mi familia.

Quería que ella, siguiera allí. Que estuviera aquí… Todo aquello, lo hacía por ella. No valía la pena comenzar, si el motivo principal se ausentaba.

No valía la pena.

Atravesé al otro lado, a ese lado donde ya no hay marcha atrás. Ese lado que me decía con sus avisos en las paredes, que ya empezaba el primer pasó a una vida diferente. Me senté y el celular que había olvidado apagar, empezó a vibrar. Lo saqué y los ojos se me iluminaron. La duda, la dignidad, y todas esas mierdas que piensa uno para alejar a esa persona que quieres de tu corazón, terminaron igual que mi relación, en un retrete a punto de ser vaciado.

—Hola —contesté con alegría e ilusión.

—Hola —dijo ella con frialdad—. Sólo quería desearte un feliz viaje.

—Lamento que todo haya terminado así —no podía contenerlo más.

—Yo también lo lamento.

—Cuando quieras puedes venirte con nosotros, te guardaré un lugar.

—Gracias —dijo ella.

Hubo un momento de silencio en el que ambos escuchamos por el parlante que era momento de abordar el avión.

—Es mejor así —continuó—. Quizá es el momento para dejarnos ir.

No fui capaz de decir nada aunque tenía muchas cosas por decir.

—Sólo espero que esté cambio sea lo que te haga feliz —dijo antes de colgarme sin dejarme reprochar o replicar nada más.

Y es así, como aborde el avión, decidido a continuar, a emprender una nueva vida. A seguir con mi vida aunque eso no significa ni siquiera cerca, que aquellos cambios eran lo que realmente me hacían feliz. Ella nunca supo, que esos cambios que decidí aceptar, eran el primer escalón para tener las herramientas suficientes que garantizara nuestra felicidad para siempre.

No, ella nunca supo, que ese cambió era lo que yo quería para demostrarle que entonces, podíamos tener una relación más madura, seria y verdadera.

Esas relaciones que se basan en determinación, sueños y esperanzas.

sábado, 10 de marzo de 2012

Crónicas de amor

Historia 6.
Toda apego emocional, es la base del sufrimiento.
Parte 1.


El aeropuerto no estaba tan atestado de gente como me lo esperaba. Ya tenía los tiquetes en las manos y la maleta ya estaba en posesión del aeropuerto. Había decidido salir a donde los carros aparcaban para descargar las maletas; una zona abierta dónde podría fumar con tranquilidad mientras contemplaba la ciudad a lo lejos.

Encendí un cigarrillo, y me recosté contra la pared a observar los carros que llegaban, y las personas que corrían con afán por alcanzar su vuelo. Mientras veía todas esas personas que abordarían una nueva vida, recordé la mía, la que tuve atrás, y la que dejaría en esa enorme ciudad que se divisaba al fondo mientras el viento acariciaba mis mejillas. Iba a dejarlo todo, mis amigos, mi casa, mis estudios y… a ella. A esa mujer que le había entregado todo sin mesura alguna. Se lo había entregado todo, no había dejado nada para mí. Eso explicaba el vació.

Aunque desearía que me acompañara, que empezara esa nueva vida conmigo junto a mi familia, ella no parecía tener la misma idea, no lo consideraría en ningún momento, y eso lo había dejado claro el día en que se lo conté. Un hermoso día que ahora se había ido por el retrete, como mis sentimientos y nuestra relación.

—¿Piensas irte en una semana? —me preguntó ese día, con la sorpresa evidente en sus cejas fruncidas.

—Sí —quise decirle algo más, pero en ese momento no pensaba con claridad. Más aún después de ver como sus ojos se aguaban y se resistía a llorar.

—Una semana… Y apenas te dignas a contármelo —había continuado luchando para no llorar—. Es como si no te importara que nos separemos para siempre…

—No es para siempre —quise explicarle—. Para mi también es repentino, y podemos… hacer algún plan…

Ya no contuvo las lágrimas.

—Por qué no me lo habías dicho.

—No tuve tiempo.

—¿No tuviste tiempo? —dijo—. Pero si hemos estado juntos por semanas.

—No quería llenarme de melancolía y desperdiciar el poco tiempo que me quedaba de momento contigo.

—¿Hace cuánto lo sabes? —se limpió las lágrimas con las manos.

—Hace un mes —había dudado en decirle la verdad. Pero como he dicho, siempre pienso en un plan mejor después de que ya la he cagado.

—De verdad es que te importa una mierda nuestra relación —se echó a llorar en ese momento.

—Pero… amor… tú puedes…

—Pero nada, no puedo nada —me interrumpió abruptamente con la voz chillona—. Lárgate de una vez, tienes una semana para empacar tu estúpida maleta.

—Amor —insistí, pero ella no me escuchaba. No quería dejarme explicarle que tenía un plan para reunirnos después, para que compartiera esa experiencia conmigo. No quería dejarme explicarle que la amaba y todo lo que había considerado era precisamente para no dañarla.

—No me digas nada más —se apartó de mí cuando intente abrazarla, consolarla…

Efectivamente ese día abandonó la casa sin decir nada más, con las lágrimas recorriéndole las mejillas, y con los dientes tensos de la rabia. Desde entonces, no supe nada más de ella. Había pasado una semana, y en ningún momento contestó mis llamadas, hasta que desiste de seguirla buscando.

Me dolía, sentía un vacio. Era la decisión más dura que había tomado de momento en mi vida. Empezar mis estudios en otro país, con la posibilidad de viajar con mi familia. Ella era lo único que me aferraba a esa tonta ciudad, y no quería dejarla ir.

Terminé de fumar mi cigarrillo con los ojos irritados tras la melancolía de mis pensamientos. El avión despegaría en poco menos de una hora y no la volvería a ver. Deseaba salir corriendo y buscarla, pero era una idea muy infantil. Había que aceptar las cosas tal y como eran. Aunque tuviera esperanzas, aunque tuviera un fervoroso amor arrancándome el corazón.

¿Qué estaría haciendo ella ahora?, observé por última vez aquel cielo de mi ciudad, donde crecí, donde me enamoré, donde sufrí, donde la conocí a ella. El majestuoso cielo de la tarde con el sol ocultándose dejando un matiz amarillo entre las nubes mientras lo hacía. Ese majestuoso cielo, que ahora contemplaba mis secretos, como esa lágrima que se deslizaba de mis ojos.

Me limpié con la maga de la camiseta, me volteé para entrar de nuevo al aeropuerto ahora que había terminado de fumar mi cigarrillo. Entré por la puerta que marcaba un numero 3 (la tercera entrada al aeropuerto) decidido a dejar atrás esa ciudad, con todo lo que ello implicara, aunque me matara de dolor.

lunes, 5 de marzo de 2012

Crónicas de amor

Historia 4.
Todo pasado y presente perturba.


Estaba sentada en el reconfortante asiento delantero del carro de mi novio. Lo contemplé mientras conducía y hablaba de no sé qué. Tenía el rostro tenso, se evidenciaba en las líneas de expresión el tiempo. Su edad. Recordé cuando lo conocí, yo era tan sólo una niña revolucionaria y él, un hombre. Quizá para ese entonces, ese aspecto tan marcado y característico de hombres mayores, fue lo que me conquisto y cautivo. Pero ahora, quizá no tienen nada de particular, porque ahora yo, deje de ser una niña nada más.

—Y tienes que meterle muchas ganas a tu empleo —dijo mi novio mirándome a sabiendas de que tenía la mente dispersa por todo el lugar intentando forjar una conversación formal conmigo.

Lo miré de nuevo. No dije nada.

Cuando estoy con él, todo está en su lugar, todo parecer ir bien. Mi entorno parece alinearse cuando se trata de él, de mi relación, de mi fiel compañero. Pero cada que lo miro a los ojos, cada que lo escucho decir sus tan maduros y cuadriculados comentarios, me percató de que no es lo que me llena, no es lo que me satisface, no es lo que me completa. No es él lo que yo estoy deseando en estos momentos de mi vida, aunque haya demostrado ser lo mejor, para estos momentos de mi vida.

Había estado mirándome mientras yo reflexionaba sobre nosotros. Dejo de hacerlo cuando no recibió respuesta a su comentario. Siguió conduciendo con su semblante tranquilo. Su actitud, aunque fuese pasiva, era severa, y cada que su actitud afloraba en nuestras conversaciones recordaba el tiempo en que nos separamos. Los años que no estuvimos juntos.

Recordé a quien conocí en esos tiempos, un hombre completamente diferente, mucho menos formal, más casual, engreído, petulante e infantil. Con grandes cualidades: Inteligente, perspicaz, y sensible. Alguien muy diferente a mi novio sentado en el asiento del conductor. Eran tan diferentes que me llevo a cuestionar mis viejos sentimientos, y mis nuevos sentimientos. Y lo peor de todo, es que aquel hombre, aunque ya no estuviese a mi lado, aunque ya todo hubiese terminado meses atrás, lograba seguir influenciándome, lograba conseguir que yo estuviera en estos momentos, cuestionándome lo que siento por mi fiel compañero.

—¿Iremos dónde tu mamá un rato verdad? —me preguntó mi novio interponiéndose en mis pensamientos.

—Claro —le contesté.

Mi madre amaba y respetaba a mi fiel compañero por ser algo que ella ha idealizado de pequeña: Un hombre capaz de responder por mí en todo sentido. Esa idea machista que tiene una madre, o quizá un delirio de sobreprotección era lo que fundamentaba su amor por él. Que lo aceptara, que lo reconociera, que lo respetara. Lo lamentable de los deseos de mi madre, es que realmente no me conoce. No sabe que amo el arte, que me gusta escribir y que lo hago en secreto, que me gusta leer, que deseo una vida donde pueda soñar con libertad.

Mi madre no sabe que aquel hombre que aborrecía meses atrás, era la única persona que compartía esos sueños utópicos conmigo.

—¿Necesitas dinero?... —dijo mi novio—. Pareces preocupada. Tensa —intentaba hacer que su presencia se notara en el carro, y yo dejara de divagar en mi mente.

—No. Aún me queda mucho dinero del último pago —respondí.

¿Cuándo comprendería él y mi madre que el dinero no lo es todo en la vida? ¿Cuándo entenderían que no es lo más importante para la felicidad? ¡NO!. No puedo reprocharlo. ¿Cuándo lo entendería yo? Cuándo podría decirme eso con toda sinceridad, cuando uno de los aspectos que me unían a mi actual novio y fiel compañero, era el dinero. La estabilidad que generaba eso a nuestra relación.

Es que el dinero, genera estabilidad a cualquier relación.

La última frase que pensé, me llevo como un torbellino a los recuerdos del pasado, donde disfrutaba de banalidades. Donde disfrutaba de momentos tranquilos creados de meros impulsos y que solo aquel hombre que deje meses atrás, me hacía vivir. Aquel hombre me llevo a redescubrirme a reencontrarme, a volver a ser esa niña que un día se perdió en una relación de adultos aún sin concebir el concepto de adulto.

Aquel hombre, me enseño a disfrutar de nuestros cuerpos desnudos sin tener mucho dinero. A disfrutar de la compañía y las palabras más que de un obsequio caro. Me enseño a disfrutar del momento propicio para un beso extenso.

—¿Qué quieres hacer? —me dijo mi novio, indispuesto a perder la batalla con mis pensamientos y darse un lugar dentro del vehículo. Su vehículo.

—Quisiera ir a un parque —le respondí con sinceridad. Respondí ilusa en disfrutar de esa extraña libertad que ya no tenía y que disfrutaba meses atrás con otro hombre.

—Es muy tarde para ir a estar en un parque en está ciudad —replicó él—. Mejor vamos a bailar con mis amigos. Nos han invitado hace semanas.

Asentí con la cabeza. Que más daba, total, me encanta bailar. Además necesito pasar tiempo con él. Con mi novio. Con mi fiel compañero. Él se ha portado muy bien conmigo, sabe amarme, sabe respetarme, es confiable, me demuestra mil cosas en su tan cuadriculada forma de ser. Él se merece está oportunidad. Se merece que le corresponda, que lo ame, que deje de pensar en aquel hombre… En ese ridículo hombre que me perdió meses atrás.

No puedo negar que mi novio y fiel compañero es importante para mí, para mi vida. Pero tampoco puedo negar que amé aquel hombre ridículo que me perdió, con el que compartí meses atrás.

El celular vibro dentro de mis vaqueros. Lo saqué. Mi novio me observó en silencio. Eso era algo que le sumaba, jamás preguntaba demasiado.

Era un mensaje de texto el que había llegado a mi celular:

Espero disfrutes de tu noche, y nunca olvides eso que es tan tuyo. Tu libertad.

Sonreí. Aquel hombre me había escrito, se acordaba de mí. No renunciaba a mi corazón, a mis pensamientos. Era doloroso que eso pasara, que yo aún pensara en él, que yo estuviera con otro, que mi novio sufriera, que aquel hombre me deseara buenos momentos a un sabiendo que estaba con mi novio. A un sabiendo, que eso le rompía el corazón.

Detestaba profundamente sus buenos deseos.

Quisiera un poema


Quisiera escribirte un poema que explique lo que siento
Que describa mis sensaciones
Que comprenda mi determinación
Que conquiste tus ojos
Que armonice con tus labios.

Quisiera escribirte un poema que te traiga de vuelta
Que te recupere
Que te cautive
Que te conquiste
Que transporte tu desnudo cuerpo.

Quisiera escribirte un poema que toque tu corazón
Que contemple tu belleza
Que respire con tu ausencia.

Quisiera...
Pero para todo eso, necesito más que un poema.

domingo, 4 de marzo de 2012

Top 5: #YoQueCulpaAsiEsLavidaDelPobre

1. @JulianEcheMS Señor, nos lleva a los 2 en 2000??

2. @pamelachu02 Su saldo es insuficiente para realizar esta llamada

3. @Frank_Villanuev Si salgo hasta las nueve cojo bus

4. @ErickaMBV Echarse leche magnesia o limón en vez de desodorante

5. @ErickaMBV Nos vamos de parranda? No puedo, tengo que trabajar horas extras.

sábado, 3 de marzo de 2012

Dialogo

—La verdad es que me lo imaginaba a usted un poco diferente —dijo el redactor contemplando aquel viejo hombre.
—¿Y cómo me imaginaba? —preguntó el doctor Havel con sincero interés y, al ver que el redactor balbuceaba algo sin saber qué decir, afirmó con nostalgia—: Ya sé. A diferencia de nosotros mismos, los personajes de las historias, las leyendas o las anécdotas están hechos de un material que no sufre los deterioros de la vejez...

martes, 28 de febrero de 2012

Amores Ridículos II

«El valor de una persona reside en aquello que va más allá de ella, en lo que está fuera de ella, en lo que hay de ella en los demás y para los demás».

miércoles, 22 de febrero de 2012

Amores Ridículos I

«Porque, en efecto, tiene una mujer muy joven; y lo que es peor: está enamorado de ella; y lo que es aún peor: le tiene miedo; y lo que es aún muchísimo peor: tiene miedo de perderla».

lunes, 20 de febrero de 2012

Penumbra...

Malos tiempos para soñar, mal tiempo para contemplar las estrellas que reflejan en a sus ojos la penumbra; una oscuridad que sólo ellos poseen.

Voces desilusionadas y silenciosas, faltas de sabiduría, nulas de esperanza, salen de sus labios para atemorizar la noche.

Su silencio, aunque silencio es, expresa su trágica "vida" un mundo llenos de dramas, de sueños por cumplir pero tan lejanos como su cuerpo.

Su alma permanece despierta ajena de su realidad, observando a través del espejo la verdad; hay dolencias en ella, hay preguntas sin respuesta alguna, pero también hay entradas a un mundo desconocido; el miedo le invade, su rostro refleja el temor de ver mas allá, de observar de dónde proviene todo; corre; su palpitar es mas fuerte; se detiene, se encuentra con ella, con su frialdad.

¿Siente, vive?... O simplemente quedo en la penumbra de lo desconocido.