sábado, 3 de noviembre de 2012

Un hombre Incrédulo I

«¿Qué esperas?» Me preguntaba mi cabeza. Ese cociente que me había descubierto sentado en una silla de madera incomoda, mal lograda, y con algunas marcas de llaves que formaban palabras intangibles por el tiempo. Mi cociente sabía que prolongar las caladas del cigarrillo, nada tenían que ver con disfrutar su sabor mentolado. Estaba haciendo tiempo. Tiempo para que ella apareciera en el parque como la primera vez.

«Ya ha pasado un año» Me argumentaba el razonamiento. Sí, había pasado un año estúpido cerebro, le contesté. No tenías que recordarme que ni siquiera tuve la valentía de pedir su número; de mantener el contacto; de buscar su amistad...

Con mis dedos lancé la colilla del cigarrillo lejos de donde estaba. Resoplé lo que quedaba de humo en mis pulmones. El humo plateado se expandió por el lugar dejando una silueta que contemplé con la esperanza de que aquella mujer, apareciera en medio de él, con esa amplía sonrisa, con ese rubio cabello, con esa mirada penetrante. Con esa actitud que la caracterizaba.

El humo se desvaneció y nada pasaba. Así mismo, se desvaneció la idea de volver a verla. A lo mejor, incluso se había ido de viaje; se podría haber mudado. Qué caso tenía seguir esperando. Me levanté, hice un ademán dándole a mi imaginación tiempo para seguir construyendo la figura de esa mujer frente a mí, apareciendo en el último minuto, diciéndome  "Hola". Pero no, como en la vida real, y como sucede siempre en estas cosas: No sucedió nada, y no tuve más remedio que emprender el camino, cruzar el parque con un paso lento y melancólico recordando todo aquello que pudo ser, y no fue, porque si hay algo que me categoriza, es lo torpe que puedo llegar a ser con las palabras, mis actitudes e incluso algunos movimientos.

—Hola —escuché decir a mi espalda. Aunque no reconocí la voz, el corazón me dio un brinco. Haberme hecho el guevon había funcionado.

Me giré lentamente, con esa actitud que tomas cuando te quieres hacer el interesante. Esa actitud que le dicen a los demás "Oye no se quien seas, no me importa, pero por educación te prestaré atención". Aunque cuando giré y miré a la persona frente a mí a los ojos, mi cara decía otra cosa: "Hey mira lo evidente y entusiastas que soy".

—Siento haberlo asustado —me dijo esa joven frente a mí, que en la vida había visto, al notar mi acelerada respiración. Llevaba el cabello teñido de rojo, tenía unas facciones muy delicadas, bueno, sus cachetes no lo eran tanto, eran más bien, rellenitos. Aquella peliteñida joven se había separado de sus amigos que la esperaban expectante más atrás.
—No te preocupes —le dije decepcionado.

«¿Qué esperabas? ¿a Eva? Te recuerdo que esta es la vida real» me decía a mí mismo.

—Mis amigos y yo nos preguntábamos — vaciló un momento intentando buscar las palabras más adecuada para dirigirse a mí, o eso percibía yo en sus ojos—. Un baretico —puntualizó.

No me eché a reír por respeto. Pero mierda, después de esperar a que una mujer hermosa que desde que conocí había admirado, y había permanecido en mis pensamientos apareciera por obra y gracia del espíritu santo, terminará con una joven que aparentaba no más de 18 años frente a mí pidiéndome marihuana, había una gran diferencia. Era gracioso. No era así como esperaba que terminara mi noche.

—Lo lamento, hoy la mercancía me la he fumado toda —le respondí con sarcasmo. ¿Acaso me había visto cara de jíbaro?
—No creas que estoy pensando que la vendes o algo así —se excusó—. Es sólo que para estar media noche en un parque solo, es bastante sospechoso. Y además, no se ve que seas de esas personas con prejuicios por un pequeño porro.

Me reí. Era un buen punto. Más aún si se había fijado en mis jeans rotos (por la vejes y no por la moda) y la mochila tejida por indígenas.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté.
—21 —contestó sin vacilar—. ¿Entonces no tienes? —me apresuró.
—Porque no esperas un poco —dijo otra voz detrás de mí, que me paralizo. Era tan dulce, como la última vez que la había escuchado. La recordaba. No quise voltear temiendo que fuera producto de mi imaginación—. Yo quizá tenga un poco.
—¿Enserio? —dijo la joven peliteñida muy entusiasmada. Se giró y le hizo unas señas a sus amigos con el dedo pulgar de las manos.
—¿Y tú qué, no pierdes la costumbre de ligar las mujeres que te piden algo que se fume? —dijo Eva parándose a mi lado, mientras mis ojos no dejaban de contemplar esa belleza que había olvidado como era. Ese cabello rubio que iluminaba el oscuro parque, y sus labios expresaron una sonrisa cuando sus claros ojos, se toparon con los míos. Me había arriesgado a mirar el producto de mi imaginación posando a mi lado. Y como de costumbre, tuve que recordarme respirar.

Y con ella a mi lado sonriendo, buscando entre su bolso algún porro, yo me cuestionaba .

«¿Estaba dormido? Debía estarlo... Estas cosas no suceden en la vida real».

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