Durante la ausencia de una persona importante en tu vida (dura por cierto, muy dura), es cuando realmente como ser humano: reflexionas, rectificas y creces. Es allí, donde te haces mejor persona, y donde definitivamente es que te das cuenta de que realmente has perdido algo valioso. Algo enteramente valioso.
Yo por ejemplo, me di cuenta que no valore ciertos momentos que hoy quisiera repetir, como escucharla hablar tonterías mientras se queda dormida; discutir de existencialismos que nada importan hoy en día; o el simple hecho, de sus manos recorrerme el cabello. No valoré los sacrificios que una vez hicieron en mi nombre y no realice los suficientes sacrificios para permitirle vivir esas experiencias como si nunca antes se pudiera repetir, entregándolo todo, como debía ser.
Y es que, uno de los mayores errores de un ser humano, es dar por sentado que las cosas siempre son eternas, así lo hacemos con todo, con nuestras vidas, y con todas nuestras relaciones emocionales. Creyéndonos seres incorruptos, incapaces de ser golpeados por el tiempo.
Ahora, por ejemplo, no encuentro en ningún lugar la tranquilidad y la emoción que podía generarme alguna palabra emitida de tan dulces labios; no entiendo tampoco, cómo no pude disfrutar aún más, de todas esas sonrisas. Del calor que generaban sus manos al tocar las mías, o de las noches completas en las que dormía. Quizá, subestime su inteligencia, esa misma inteligencia que hoy con su despedida, sigue enseñándome y dándome motivos para seguir creciendo. Eso, no sólo demuestra el poco valor que una vez le otorgue algunas experiencias, como a personas mismas, sino también, que sólo existe una forma de aprender las cosas: ésta, la difícil, la dolorosa, la que usualmente termina con las esperanzas y con un hueco profundo en las entrañas.
Porque así es como se aprende a valorar las cosas, sólo, y únicamente sólo, durante la ausencia.
Reblujos, desorden, amores, sexo, desprecio, tristeza, negaciones, todo lo que hay tras abrir una puerta de madera vieja...
jueves, 19 de abril de 2012
viernes, 13 de abril de 2012
La libre expresion ahora está en la carcel
Me da miedo expresarme en un país como Colombia, bueno, algunos otros países tienen el mismo problema de libertades, pero no los conozco, y no sé de sus informes en criptas, hospitales, y medios.
Aquí la libre expresión ya es un mito: no puedes expresarte de ninguna forma ya sea porque el internet lo privatizan y el estado te sanciona de forma legal, o porque algunos ilegales pagan un peso para que al día siguiente termines con una bala en la cabeza. Matan docentes, periodistas, reporteros, y cualquier persona que asuma el riesgo de hacer una demanda, una tutela, o un juicio de valor mediante sus expresiones en cualquier tipo de medio y medida. Ahora, cuando pensaba uno estar protegido por los matones en el internet, el gobierna entonces crea sistemas penales para ello. Absurdo ¿no?...
Y de tanto, todas esas opiniones con pruebas y veracidad, están en la cárcel, o en su defecto, enterrados tres metros bajo tierra. A veces, es mucho mejor dejarse estigmatizar por los medios de comunicación que ejercen papeles políticos y de ansioliticos, qué expresarse propiamente, que abrir los ojos y aterrarse de la realidad. Porque cuando uno se aterra de la realidad, entonces protesta, e intenta hacer las cosas como deberían ser, y cuando intentas hacer las cosas como deben ser, cualquier estúpido mandatario (que no sé de dónde salen) decide desaprobare, y aún más peligroso, cualquier inepto que se vea perjudicado decide sacarte del camino.
Y es así, como la libre expresión termina en la cárcel y los cementerios de nuestro país, incapaz de avanzar, incapaz de competir, incapaz de educarse.
viernes, 6 de abril de 2012
Aprendí de ella (1)
He aprendido mucho de ella. De su boca, y de sus palabras; de sus ojos y de sus expresiones; de su personalidad y de sus defectos. He aprendido que la verdadera belleza de una mujer radica en los ojos que te miran y te corresponden mientras pestañean.
He aprendido que hay siluetas hermosas durante las noches, y una de ellas es esa que esta recostada sobre tu cama completamente dormida. Cuando te quedas observando aquella imagen, te das cuenta de lo delicada que puede ser una personas, sus emociones y su fugitivo corazón.
He aprendido que no hay que dar por sentado un sentimiento o un pensamientos, que siempre es bueno, sobre todas las cosas, expresarlos, decirlos, compartirlos, con toda sinceridad. Nunca puedes simplemente creer que las personas saben cuanto importan ellas para ti. He aprendido, que los mejores momentos no sólo involucran pequeñas sonrisas, y grandes carcajadas; las lágrimas también hacen parte del bello paisaje.
Aprendí que muchas de las canciones del mundo están hechas para ti. Que sus letras cuentan tu historia, y que su melodía es un grito de guerra en amores. Aprendí que se pueden dibujar retratos que pintan el corazón y delinean promesas.
He aprendido que una mujer puede ser el centro de tus sueños, pero no puede ser el centro de tu vida. No se puede simplemente pedir ser amado o pedir ser olvidado. Y que un trago amargo de licor durante la ausencia recrea el vinillo de las voces que memorizaste en su compañía.
Y sobre todo, he aprendido que no importa cuantas cosas le digas a alguien más, cuantas veces afirmes estar perfectamente bien, cuando se trata de mujeres y amor, es simplemente imposible mentirse así mismo.
He aprendido que hay siluetas hermosas durante las noches, y una de ellas es esa que esta recostada sobre tu cama completamente dormida. Cuando te quedas observando aquella imagen, te das cuenta de lo delicada que puede ser una personas, sus emociones y su fugitivo corazón.
He aprendido que no hay que dar por sentado un sentimiento o un pensamientos, que siempre es bueno, sobre todas las cosas, expresarlos, decirlos, compartirlos, con toda sinceridad. Nunca puedes simplemente creer que las personas saben cuanto importan ellas para ti. He aprendido, que los mejores momentos no sólo involucran pequeñas sonrisas, y grandes carcajadas; las lágrimas también hacen parte del bello paisaje.
Aprendí que muchas de las canciones del mundo están hechas para ti. Que sus letras cuentan tu historia, y que su melodía es un grito de guerra en amores. Aprendí que se pueden dibujar retratos que pintan el corazón y delinean promesas.
He aprendido que una mujer puede ser el centro de tus sueños, pero no puede ser el centro de tu vida. No se puede simplemente pedir ser amado o pedir ser olvidado. Y que un trago amargo de licor durante la ausencia recrea el vinillo de las voces que memorizaste en su compañía.
Y sobre todo, he aprendido que no importa cuantas cosas le digas a alguien más, cuantas veces afirmes estar perfectamente bien, cuando se trata de mujeres y amor, es simplemente imposible mentirse así mismo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)