La televisión se identifica con el hecho de la caracterización del personaje que realiza el presentador de programas televisivos quien entiende que dejarse ver implica una reacción de doble vía, y es, el ser visto. En esa medida, se recrea una exhibición narcisista que se usa a través del instrumento –la televisión- medio que llega a todo el mundo.
Además, se menciona en la existencia de una censura frente a la escogencia de los temas. Esta escogencia de temas se encuentra ligada al hecho de que detrás de ese programa existe todo un gremio, un monopolio que no puede ser perjudicado, por lo tanto, se plantea el argumento de una coerción económica.
Esta coerción crea otros problemas como lo son: la creación de un objeto analizado que no existe, la fuerte manipulación del juego de palabras que se usan en esta clase de programas, por ende, la existencia de una corrupción estructural al convertir los sucesos en elementos de distracción, manipulando ideas para presentarlos a los espectadores; tratando de hegemonizar a un grupo heterogéneo quienes no tienen los mismos gustos. Incluso miden cada palabra con el tiempo requerido para el programa.
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