Colombia es un país exótico, grande, hermoso, tropical, con personas muy humildes, trabajadoras, atentas, y conversadoras. Pero todo paraíso tiene sus abominaciones, y la nuestra son algunos vecinos típicos. Los vecinos abominables.
A pesar de que en los últimos tiempos, los vecinos quienes eran personas protagónicas en la vida de nuestros padres —o en todos los años antes de la última década—, ha perdido mucho de su papel, de su roll en la vida de todos nosotros. Hoy en día simplemente ni distinguimos a nuestros vecinos, por la sencilla razón de que se vive ocupado o no importa en absoluto la vida de quien esté tras la pared del lado. Pero bueno, en algunas partes la costumbre sigue, y las abominaciones aparecen:
Por ejemplo, siempre hay un vecino escandaloso, el que tiene unos bafles de un metro —A veces incluso más grandes— y no para de poner vallenatos, rancheras, e incluso reggaetón a todo volumen. Eso ya depende de qué tan moderno es. También está el tipo que tiene un carro o una motocicleta que luce quemando el motor, o simplemente se la pasa pitando su bocina a las ocho de la mañana como si se tratara de una ruta escolar. Y cuando se fusiona con el escandaloso, ni hablar.
Hay incluso vecinos que pueden ser una ventaja para los que son papás o una desventaja para los que somos hijos. Sí. Tu papá o tu mamá van a estar al tanto de ti, sin tener que mover el culo del sillón. ¿Por qué?: porque no falta la vecina chismosa, que está al pendiente de ti —y se sabe la vida de todos en la cuadra—, es la que te ha pillado fumando o borracho por ahí, cerca de tu casa e incluso te hace ver de lo peor. Gracias a ella, tus papás se volverán entes omnipresentes.
En otras épocas podríamos hablar de los vecinos clásicos que se sientan a jugar domino, parques o en su defecto a emborracharse. Ahora, no se hace tanto, pero igual, llegan borrachos y tú que vives a dos casas te das cuenta de lo jincho que ha llegado, claro incluso no se siente incomodidad si no envidia… Y para rematar la colección, jamás falta, el vecino con un Schnauzer o un Pincher, dos perros escandalosos y como si fuera poco, agresivos, dos perros miniatura que se creen leones y que deseamos a veces despejarlos con una patada.
Pero no todos son abominaciones vecinales —mejor me retracto y no exagero—, ya que nunca falta la vieja buena. Sí, esa que vemos a través de la ventana, que en muchos casos mayores que uno, y novia de traqueto o cualquier riquillo. Y que si vivimos en conjunto y tenemos piscina, no hay mayor placer que irla a ver tomar el sol. No, esa nunca falta, tanto así, que en la pubertad es en muchas ocasiones: la protagonista de nuestra madurez mental.