miércoles, 27 de julio de 2011

Monólogos de un niño 1


El pequeño niño derramaba por sus pequeños ojos, pequeñas lágrimas, igual que él. En un respiró, intento vencer el llanto, se levanto y se dirigió al espejo más grande y viejo que había en su casa. Ese, que cuando chico miraba e imaginaba que era una herramienta tan vieja, que había presenciado masacres, torturas, y por supuesto otros llantos. Deseaba sentirse acompañado, al menos, por si mismo.

—¿por qué lloras? —le pregunto una voz frente al espejo. El joven alzo la mirada, pero solo vio su reflejo. —Oye, tú, ¿por qué lloras?.
—¿Quien habla? —preguntó el niño sorprendido.
—Tú.
—¿Yo? —el niño miraba a todos lados.
—Sí, tú... —la voz salia de su propio reflejo— soy tu reflejo. Somos el mismo, pero yo pienso cosas diferentes. Ahora dime, por qué lloras.
—Si eres yo, lo sabrías —dijo el niño escéptico al espejo.
—Somos iguales, idénticos, pero lamento decirte que pensamos diferentes. Yo soy el espejo y tú, un ser humano en el que me he vuelto.

El niño quedo perplejo ante la respuesta de su reflejo. Era idéntico, con el cabello alborotado, pálido, y con labios delgados. Lo detallo por un rato, hasta encontrar una diferencia; a su reflejo no le brotaban las lágrimas que él derramaba.

—¿Por qué lloras? —insistió el reflejo.
—No te importa.
—¿Es por esa chica verdad?...
—No te importa...
—Tú fuiste el que le dijo que olvidar a las personas era fácil, y que la felicidad radicaba en el tiempo y no en las personas. Y ahora lloras por qué te abandona...
—Sí —dijo el niño secándose las lágrimas.
—Debiste mantenerte callado, no haberle dicho nada, dejarla ciega y muda.
—Ella tenía que saberlo —dijo tajantemente el niño.
—¿Por qué debía saberlo?
—Porque ella debe escoger, ella debe saber las opciones que tiene, yo no soy como tú, yo no le muestro a la gente lo único que pueden ver, yo no le digo a la gente lo que quiere escuchar. Es el libre albedrío, es la decisión la que hace a las personas valerse por si mismas.
—¿Entonces que ella tomara una decisión no era lo que querías? —preguntó a carcajadas el reflejo.
—Sí —contestó decidido el niño.
—¿Entonces por qué lloras, si hiciste lo que deseabas? —el reflejo ahora parecía que conseguía fastidiar al pequeño, que enseguida derramo más lágrimas.
—Porque al parecer, yo siempre deseo lo peor...

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