miércoles, 27 de julio de 2011

Monólogos de un niño 3 (Final)


El niño había vuelto a casa, acurrucado aún lado del espejo, no paraba de llorar. No era posible que fuese tan estúpido. Ya su mamá lo dejaba salir a la calle solo, hasta las ocho de la noche, como era posible entonces su incompetencia y su inmadurez... Ya era un niño hecho y derecho, no lo concebía, y así mismo, sus ojos no paraban de llorar.

—No te preocupes —rompió el silenció incomodo el reflejo. Quien ahora parecía sentir pena por el pequeño—, la esperanza es lo último que se pierde.
—Pero se pierde al final y al cabo. En cierto punto, hasta la esperanza deja de existir —dijo el niño aún con su cabeza metida entre los brazos y pies.
—Bueno, al menos deja de llorar, eso no sirve de nada —dijo entre dientes el espejo exasperado por el llanto del pequeño, con una mezcla de pena, también.
—Claro que sí.
—¿Si...?, ¿para qué? —era la primera vez que el reflejo parecía tener curiosidad.
—Para llenar el vaso en el que me voy ahogar —dijo el pequeño destapándose la cara y mirando fijamente al espejo, que soltó un sollozo de negación.
—Por eso las personas no te ayudan, eres un idiota.

El niño por primera vez sonrió y asintió con la cabeza.

—Discúlpame —dijo segundos después.
—No entiendo... yo vi como sonreías junto con ella, observe todos esos momentos magníficos que pasaste a su lado. ¿Por qué llorar?, ¿Por qué deprimirse?, no decía Gabriel Garcia Marquez, que había que sonreír por lo bueno que te sucedió mientras lo viviste con ella.
—¿Conoces a Marquez? —preguntó el niño sorprendido, a lo que el reflejo miro con seriedad y le frunció el ceño desaprobando sus palabras—, bueno, pues por eso mismo lloro.
—Sigo sin entenderlo.
—Porque cuando recuerdo todo lo bueno, no puedo sonreír sabiendo que esas experiencias se viven una sola vez... con una sola persona: Ella.

El espejo enmudeció y de tanto pensar la respuesta, se hizo una grieta cerca a su borde. Ese niño, tenía una mente tan compleja, que era él mismo quien acababa con sus propias esperanzas, opciones, y decisiones, «era tal cuál como yo, cuando desperté con el espejo roto en mi habitación, después de que ella se marchara sin decir adiós —pensó el reflejo—, niños, siempre seremos unos niños...»

—Algún día volverá —dijo finalmente el reflejo.
—Eso espero, de verdad —contesto el niño mientras se levantaba del suelo.
—¿A dónde vas?.
—Hacer lo que dejaste de hacer tú hace mucho tiempo.
—¿Qué cosa? —preguntó de nuevo sorprendido el reflejo.
—Intentar seguir viviendo.

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