miércoles, 20 de enero de 2016

El regreso de una Hermosa Mujer II

Resentimientos


¿Qué clase de mierda era esta? 

Siempre había creído que la vida era una ironía en sí misma. Una burlesca ironía. Y ahora lo estaba comprobando. Se reía a carcajadas de mí, poniéndome entre el sexo casual y yo,  a una hermosa mujer. Pero no cualquier hermosa mujer, era quizá, la más hermosa que hubiese conocido a lo largo de mi vida. Y lo peor de todo, es que ese cabello rubio que llegaba hasta sus senos, la sonrisa simétrica, el azul de sus ojos, el aroma a frutos rojos de Victoria Secret y marihuana, aún estaban latentes en mis recuerdos. Lo admito, jamás la había superado. 

—¿Ustedes se conocen? —preguntó inquieta la chica de cabello negro, tras notar las miradas amenazantes que se cruzaban de su lado al mío. 

—Por desgracia —contestó Eva con una sonrisa—. Mejor vámonos a otra parte.

Me quede como un tonto anonadado viendo como la chica que pretendía se levantaba para ir tras su amiga. 

«Por desgracia» repetí en voz baja para mis adentros. Y bueno, qué más podría haber dicho; “que maravillosa sorpresa”, “estoy encantada de volverte a ver”. Tonterías. La última vez que supe algo de ella, fue en la cama mientras me acostaba con su hermana menor. Que no era ni la sombra de su belleza. 

Grave error. 

En mi defensa: lo supe demasiado tarde. 

—¿Está es mi recompensa por cuidarte mientras estabas sola? —casi que grite a la chica de cabello negro a la que no me interesaba conocer, mientras caminaba a la salida. No podía aceptar la derrota así, y mucho menos la humillación que sentía dentro. Eva, podría ser la mujer más hermosa del mundo, quizá, la única que me hacía temblar las piernas. Pero no pensaba ceder.

La chica se giró para mirarme con el rostro consternado. Lo había logrado, llamar su atención.

—Ven con nosotras —me invitó sonriendo. El licor siempre las vuelve más sociales y arriesgadas. Eso era algo que había descubierto con tantas noches.

Eva puso los ojos en blanco y continuó caminando sin su amiga.

Yo ahogué una sonrisa y me acerqué a la chica que desconocía. Se había convertido en algo personal, ya no lo hacía por el deseo sexual que me invadía cada noche de soledad, sino, porque era la única forma de estar cerca de Eva nuevamente. Sí, lo sé. Ella era la emoción que estaba buscando hace muchos años. 

—¿Cómo se conocen? —preguntó la chica mientras recorríamos las calles iluminadas por los faros de los vehículos que pasaban. El sur de la ciudad era muy concurrido debido a los bares y discotecas lujosas que allí se apilaban. 

—Es una linda historia sabes —dije en voz alta para que Eva quien iba más adelante probablemente enfadada, escuchara. 

—Sí, bastante linda —respondió con sarcasmo. 

—¿En serio? —preguntó incrédula la chica. Definitivamente era bastante tonta. Está vez, no pude disimular reírme. 

Eva se detuvo y se giró para encararnos. Tenía las cejas fruncidas y los labios rígidos. Sus ojos claros destellaban, nunca la había visto tan molesta. Pero encantadora. Tenía las mejillas rojas y las orejas también. Su perfección se podía apreciar en diferentes perspectivas. 

—¿Por qué no te vas? —sugirió. Su voz, aunque con fuerza, seguía teniendo ese tono encantador que derretiría cualquier actitud frívola que pretendía. 

—Han pasado cinco años desde que te vi la última vez. Creo que podemos hablar un rato —empecé—. Además quiero estar con… —mierda, no sabía cómo se llamaba. Y no sólo me estaba dejando en evidencia, sino, que arruinaría mi oportunidad para seguir allí.

«Maldita sea».

—Lo vez —Eva intervino, siempre oportuna, lista e inteligente para hacer evidente lo invisible—, ni siquiera le importa tu nombre.

La chica de cabello negro me miró con las cejas arqueadas. Ella se veía como un mamarracho al lado de Eva.

—Ha sido el Ron, lo juro —me defendí.

—No —la chica de cabello negro parecía decepcionada—. Ni siquiera me lo has preguntado. 
Eva se echó a reír, su amiga no era tan tonta después de todo.

—Facundo, no dejas de ser el mismo idiota de siempre —apuntó.

Fruncí los labios y deseé de corazón no haber dicho lo que la rabia arrojó de mi interior. 

—Sabes, es curioso... eso mismo me lo dijo alguna vez tu hermana en la cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario