domingo, 24 de enero de 2016

El regreso de una Hermosa Mujer VI

El escape



Terminamos en su habitación, simple, pero cómoda. Sobre la cama desatendida, mis manos recorrieron el cuerpo desnudo de la chica. Su desnudes no era despampanante, pero tampoco eran esos cuerpos que no fuesen apetecidos. Me deleitaba recorriendo mi boca por toda su piel, sujetando con fuerza cada centímetro de sus caderas, mientras la luz que entraba por la ventana de la habitación, dejaban en evidencia las cicatrices, los lunares, la humedad y sus pezones. 

Tuvimos sexo con intensidad, podía notar en cada caricia, en cada beso, y en cada penetración, la ansiedad que esa mujer tenía por sentirse amada. Y yo, bueno, yo era un jodido arrecho. Qué más daba…

Al cabo de un rato, habíamos terminado. Estaba exhausto, y ella también. Incomoda no sabía qué hacer. De qué hablar, qué decirme, o cómo comportarse. Yo de tanto, sólo miraba el blanco techo, mientras en la sala de estar, seguía sonando música. Algo de la Maldita Nerea, no lo sé. 

El efecto de la marihuana ya había pasado. Fumamos un poco más, antes de que ella decidiera irse a dar una ducha. Me dejó solo en la cama. Y esa… esa era la señal. Mi oportunidad. Tomé su móvil del pantalón que había terminado en el suelo. Busqué el número de Eva, y lo trasferí a mi celular. Luego borré dicha evidencia. 

Me vestí, miré a la ducha donde el agua sonaba con fuerza. Me sentí mal, pero no era más que una chica de cabello negro. Luego la confrontaría, un mensaje, una llamada, alguna invitación. Excusas habrían siempre. Ahora, lo mejor era salir de allí. 

Caminé dejando atrás todo lo que había ocurrido. La cama, el cuarto, la casa, y a la chica. Me daba paso entre las calles, caminar me relajaba. Saqué los audífonos del bolsillo, los conecté al celular, y escuché música por un rato. Cuando estuve bastante lejos, decidí hacer una llamada. 

—Hola —contestó la voz de una mujer tan dulce, y a la vez segura. Sus simples palabras endulzaban mis odios. 

—Hola Eva —respondí. 

—¿Cómo has conseguido mi número? —preguntó enfadada. 

Reconocía mi voz. Eso debía significar algo. 

—Me lo dio tu amiga —confesé—. Digamos que me lo gane. 

Hubo un momento de silencio. Tal vez Eva estaría pensando que su amiga la había traicionado, o algo parecido. Sin embargo, ella era una persona absurdamente inteligente. Encontraría una buena teoría en su cabeza.

—¿Qué es lo que quieres Facundo? —dijo finalmente.

—¿Por qué no has colgado? —quise saber.

—Si lo hiciera, estarías llamando de nuevo hasta el cansancio. A veces resultas muy molesto —su voz sonaba tan irreal, tan cruda y sin alma, que me tembló el pecho. 

—¿Por qué me odias?

—¿En serio llamas a preguntar estupideces? —nunca había conocido ese temperamento tan severo en ella. Era tan diferente a la persona que conocí alguna vez. 

Me dolía.

—Oye —empecé, mientras seguía caminando por la calla sin que nada me importará—. ¿Qué diablos ocurre contigo? —empezaba a encabronarme su actitud. En mi mente, lo había imaginado todo tan diferente. 

—Estoy bastante ocupada ahora.

—Está bien —continué—. Te espero a las 8 de la noche en el viejo parque de la ciudad. ¿Lo recuerdas?

—Sí —contestó tajante. 

—Ese es quizá mi lugar favorito en el mundo. No llegues tarde —y colgué.

Caminé algunos metros más por la calle. Alex debió haberse percatado ya, de que me había ido. 
Suspiré. Le subí a la canción que estaba reproduciendo mi móvil. La Chispa Adecuada de Héroes del Silencio taponó mis oídos.

«Y ahora qué sigue Facu»… pensé mientras sentía el trajín del día en mi cuerpo. 

¿Sería posible que Eva se presentará a nuestro encuentro?, aún más importante… ¿Qué mierda iba a decirle cuando apareciera? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario